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Redialogando con Francois Hartog y Roger Chartier
Francisco Alberto Pérez Piñón
Francisco Alberto Pérez Piñón
Redialogando con Francois Hartog y Roger Chartier
Debates por la Historia, vol. 10, núm. 1, pp. 7-15, 2022
Universidad Autónoma de Chihuahua
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Resumen: El presente editorial de la revista Debates por la Historia, al igual que los publicados anteriormente, está referido a la búsqueda de lo novedoso e innovador de la disciplina de la historia, con el fin de encontrar su utilidad en la vida cotidiana, más allá de rescatar y representar el valioso pasado. Buscamos entender el sentido de su rescate, a partir de las interpretaciones que sirvan de guías orientadoras y motivadoras en la vida práctica, en este tiempo presente y como proyección de futuro, en la construcción de la sociedad humana a la que se aspira vivir.

Carátula del artículo

Editorial

Redialogando con Francois Hartog y Roger Chartier

Francisco Alberto Pérez Piñón
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Debates por la Historia, vol. 10, núm. 1, pp. 7-15, 2022
Universidad Autónoma de Chihuahua

El presente editorial de la revista Debates por la Historia, al igual que los publicados anteriormente, está referido a la búsqueda de lo novedoso e innovador de la disciplina de la historia, con el fin de encontrar su utilidad en la vida cotidiana, más allá de rescatar y representar el valioso pasado. Buscamos entender el sentido de su rescate, a partir de las interpretaciones que sirvan de guías orientadoras y motivadoras en la vida práctica, en este tiempo presente y como proyección de futuro, en la construcción de la sociedad humana a la que se aspira vivir.

Por lo narrado anteriormente, se tuvo acceso al texto titulado Diálogo con historiadores (Mendiola, 2017), que reúne las características buscadas y que se utiliza de sustento para el objetivo de este editorial. Aborda entrevistas realizadas a lo largo de veinte años con los principales protagonistas en el campo de la teoría de la historia: Francois Hartog, Roger Chartier, Hayden White, Francois Dosse, Pierre Antonie Fabre y Hans Ulrich Gumbrecht, con la pretensión, sin hacer una presentación del libro, de encontrar y comentar someramente las principales ideas de los dos primeros teóricos. La finalidad es que sus propuestas puedan ser trabajadas como herramientas teórico metodológicas por quienes se dedican al campo de la investigación histórica e historiográfica.

En esas entrevistas nos dejan reflexiones acerca de lo narrado, sin que tengamos la certeza si son las ideas del entrevistado o del entrevistador las que predominan; tal vez sea algo que difícilmente podamos saber con veracidad, a juicio de quien realiza la entrevista y la da a conocer por los distintos medios orales e impresos.

En la entrevista se abordó –de manera introductoria- la obra de Hartog, Le miroir d´Hérodote, precisamente en las reflexiones acerca de lo que este personaje de la antigüedad nos narró. Heródoto es considerado el Padre de la historia o el Padre de la mentira, debido a la cercanía que las narrativas epopéyicas tenían con la cultura de los helenos, en donde los cánticos e historias estaban referidas al heroísmo, en donde morir en batalla o defendiendo el terruño era el ideal de valentía y el paso a la inmortalidad, para que fueran rememoradas y cantadas sus hazañas. Pero lo que deja un sabor de boca amargo y que rompe con lo tradicionalmente conocido a través de los tiempos, en relación al personaje, es la forma en que se le enuncia como “Padre de la historia” o “Padre de la mentira”, calificativo muy fuerte para los investigadores del área de la historia dura, quienes conservan la idea de la objetividad y de verdad obtenida de los documentos o fuentes consultadas; sin reflexionar que la historia es una disciplina a la que hoy en día -en el siglo XXI- se le considera subjetiva, en el sentido que se construye con juicios e interpretaciones de sujetos que también tienen historia y que no pueden salirse de su propia historicidad, por más que se intente el purismo y la permanencia ajena a los acontecimientos que se narran. Así es como se ha venido dando a conocer la historia como la verdad del pasado, pero la aseveración que se desea asentar es que el pasado es conocido y removido desde el presente. Pero regresando al personaje –Heródoto- sus narrativas dejan muy claro que nos presenta la forma de cómo fabricar (los acontecimientos) a los otros, de cómo realizar su rescate y darlo a conocer, algo similar a lo que sucede con las entrevistas, ¿qué tanto aporta el entrevistado y que tanto el entrevistador?

Lo anterior nos lleva a considerar que la reflexividad tienen que ver con posturas más flexibles en relación a la historia de los acontecimientos, personajes y sociedades; y -por qué no mencionarlo- son enfoques diseccionados a las ideas posmodernistas, que desde la trinchera de la historia se conciben como la crítica a las verdades absolutas y a la objetividad como criterios únicos de verdad, así como a la vieja idea de traer el pasado al presente, algo inconcebible porque el pasado ya se fue y es imposible conocerlo como verdaderamente ocurrió. Nos perfilamos a concebir las interpretaciones como la forma en que se conocen los acontecimientos no solo del pasado, sino del presente y del futuro, en donde la disciplina se ocupa con fines de utilidad humanística, para concebir y aspirar a futuros sociales deseables para el ser humano y su relación con la naturaleza. Sin duda, el posmodernismo –visto desde esta disciplina- viene a revivir y recuperar el espacio perdido, para que ahora la historia sea la encargada de las temporalidades y sus acontecimientos (pasado, presente y futuro); tal como lo explicita Hartog en la entrevista realizada por Mendiola (2017), cuando abordan los regímenes de historicidad:

En relación a los regímenes de historicidad Hartog menciona que “La única historia que pueda tener sentido en el largo plazo es una historia, una historiografía que sepa vincular –aunque no tengo recetas- un porvenir entre la exigencia del punto de vista del pasado, con una exigencia del punto de vista del futuro con una exigencia del punto de vista del presente, sin dejar que alguno de estos tres puntos domine, sin permitir que uno de estos tres puntos de vista conduzca a la exclusión de los otros dos” (p. 33).

Queda explicito entonces que la Historia (con H mayúscula) está referida a los acontecimientos que ocurren en las temporalidades pasadas, presentes y futuras; pero la historiografía debe tener algún sentido, entendido como el para qué de la disciplina y que lo podemos traducir como la utilidad de la historia, como la recuperación de las orientaciones y motivaciones de las generaciones humanas, lo que deseaban, lo que aspiraban construir socialmente, el porvenir imaginado que se ha venido planteando. Visto de esta forma, las tres temporalidades cubren su función: el pasado alguna vez fue presente y el presente alguna vez será futuro; pero retomamos la idea principal de Hartog, aunque está explícita en la cita anterior: la única historia con sentido a largo plazo es aquella capaz de interrelacionar los acontecimientos con las temporalidades. Es bueno señalar que existen cientos de obras y escritos descontextualizados -y por lo tanto ahistóricos- que no consideran la historicidad en la narrativa, ni el tiempo histórico que debe, de forma rizomástica, estar presente y es necesario mencionarlo, es decir, la narrativa como método de la historia. Es entonces urgente que se contemple siempre el acontecimiento narrado en sus temporalidades de origen, con sentido para el presente y de proyección a futuro.

Hartog estudia y hace la narrativa de tres regímenes de historicidad que se han sucedido en las sociedades desde el pasado hasta la posmodernidad. Para dar claridad al concepto de regímenes, podemos entenderlo como las reglas y normas que rigen los acontecimientos. Por ello, en el régimen antiguo de historicidad –que perdura hasta el siglo XVIII- la historia fue considerada como la magistra vitae –o maestra de la vida- y aún entre los historiadores e investigadores persiste la idea de que conocer el pasado es con el propósito de no cometer los mismos errores en el presente, porque la historia nos permite iluminar el momento actual con sus enseñanzas.

Es interesante y además muy creíble esta interpretación de Hartog. Así es como se ha narrado la historia, así ha sido el panorama de sus enseñanzas y no está equivocado en su expresión, ya que la historia, al abundar en el pasado antes de la constitución de las distintas nacionalidades del orbe, contribuyó en la formación de identidades. Desarrolló en la memoria social el amor y el apego al terruño, a la patria, a los símbolos patrios y a los personajes de la historia endiosados en calidad de héroes. Esa vieja historia que hoy conocemos como Historia de bronce, y que en el presente aún conservamos sus vestigios en distintos monumentos y estatuas que rememoran hazañas, ya no guardan ese significado en la memoria de las personas o –si lo hacen- es con interpretaciones erróneas. Por ello tal vez sea tiempo que las narrativas históricas caminen en el rumbo enunciado por Hartog y se deje de profundizar en el pasado por el pasado mismo, tratando de buscar esa historia ejemplar como maestra de la vida.

El segundo régimen moderno de historicidad “corresponde en relación año tiempo, al momento en que el tiempo ya no es considerado simplemente como un medio dentro del cual se despliegan los acontecimientos, sino que el tiempo en sí mismo se vuelve activo” (Mendiola, p. 26); el tiempo narrado que hace alusión a los deseos futuros del progreso de toda sociedad y con esas miradas que terminaron por descuidar el presente en bien de lo venidero. Estas ideas consideraron los acontecimientos de manera lineal, estableciendo como regla que el pasado fue malo, mejor el presente, pero más bueno sería el futuro. Desde luego que no es malo visualizar el futuro, pero no en detrimento del presente. Este modernismo se puede ubicar entre las fechas del triunfo de la Revolución Francesa de 1789 y hasta la caída del muro de Berlín en 1989. Posteriormente, según la clasificación que Hartog realiza de los regímenes de historicidad, se adviene “El presentimos extremo que corresponde a nuestra era, la era de los medios masivos, a la circulación incesante, cada vez más rápida, de información, de imágenes, de palabras, etcétera” (Mendiola, p. 29). Sin dudar, pareciera que el futuro pretendido ya se encuentra en el presente, pero tan lejano que se abandona –al igual que el pasado- y se le da peso al presente, por la ocurrencia de acontecimientos que cambian rápidamente. Estos se olvidan porque son tantos y, gracias al bombardeo de la información, no se fijan temporalmente cuando ya hubo otros acontecimientos nuevos.

Estamos viviendo demasiado aprisa, es el comunicado que nos hace Hartog, en donde no se espera el futuro porque ya está llegando. Aplicada esta idea en nuestra disciplina, no se puede soslayar que ahora los estudios de los acontecimientos sociales se abocan al presente, que aún perdura en la memoria de los sujetos, y sirven para realizar reclamaciones por los daños y abusos cometidos; pero en defensa de este presentismo, llevado a ultranza en distintas formas de pensamiento y en las obras que se publican actualmente, está el argumento de que es necesario vencer estas posturas no en su descrédito, pero si en la necesidad de considerar que las temporalidades son la razón de ser en nuestra disciplina y la epistemia que aporta el acercamiento al conocimiento y la narración de los acontecimientos. Abogar a la par, como lo hiciera Hartog, por la historia y los historiadores críticos.

En relación a la entrevista realizada por el Dr. Alfonso Mendiola al personaje e intelectual Roger Chartier, hay varios aspectos que destacar, pero antes es necesario contextualizar al personaje para evitar el desfase o para no pecar de ahistórico. Roger Chartier representa la cuarta generación de la Escuela Francesa de los Annales. En las tres etapas anteriores la disciplina de la historia fue ensanchando las formas y marcos epistemológicos para acercar cada vez más a las narrativas del pasado exclusivamente con las narrativas del presente y habiendo estado cerca de los enfoques de la psicología americana, con el fin de profundizar en las acciones, pensamientos y sensaciones de los acontecimientos sociales. Lo anterior llevó a la historia a tratar de entender las distintas mentalidades (sociales e individuales), lo que representó un gran avance para la disciplina.

Ahora, con la visión de Roger Chartier, se da el acercamiento o giro antropológico de la disciplina, al intentar recuperar la cultura del pasado y de la época actual en las narrativas, como lo especifica en su obra El mundo como representación, en la cual el concepto de “representación” está presente y es el nudo gordiano de la entrevista entre Mendiola y Chartier. Tal vez la cita que aparece a continuación puede ayudar a entender de forma más profunda el concepto central de la entrevista:

[…] señala que en los últimos años, uno de los objetos de estudio de las investigaciones de los historiadores ha sido el de las representaciones. En el sentido de ser representaciones mentales, colectivas, textuales, iconográficas e incluso en el sentido de representación como lo es el acto de representar un acto o un rey (Mendiola, p. 36).

Con la idea anterior se aclara que Chartier nos disecciona a la intensidad del trabajo de la historia cultural y gracias a las interpretaciones es posible la representación de las acciones. No debemos dejar de lado que la historia es escritura de lo social y que en varias ocasiones parece que en dicha escisión caminan (escritura y sociedad) una por cada lado, como si fuera una historia intelectual y otra de lo social. Sin embargo, el mismo Chartier lo menciona en un fragmento de la entrevista: “[…] me sitúan dentro del giro lingüístico por subsumir las realidades del mundo social en un sistema de representaciones. Pienso que el problema se debe, como te he dicho, a una incomprensión de mi propia noción de representación” (Mendiola, p. 39).

Para salir de esta similitud en la que otros autores lo acercan al giro lingüístico de la historia, a la manera como lo expresa y lo explicita la teoría de Hayden White, Roger Chartier menciona que pudiera haber interpretaciones distintas por la incomprensión del concepto. Desde la visión de quien escribe este editorial, se considera que son opuestas la Teoría de las Representaciones de Chartier y el Giro Lingüístico de las interpretaciones de White, pues este último llegó a separar los acontecimientos sociales de las narrativas, arribando a nociones de pensamiento en donde se creía que la historia era puro discurso o ideas que a veces no requerían de los acontecimientos. Ello -nos atrevemos a aseverar- ofendería a Chartier debido a que lo real representado es su pretensión.

Nos dice el teórico de la historia, Daniel Ovalle Pastén, que:

Establecemos que conviene entender el trabajo de Ricoeur y Chartier desde un “realismo crítico”, concepto ligado a la idea de que la producción historiográfica es una reconstrucción intersubjetiva desde sujetos (historiadora/ historiador) que escrutan un pasado delimitado, operación que guarda correspondencia indirecta con la realidad estudiada, y que por tanto, evidencia representaciones consensuadamente verdaderas (2018, p. 190).

Sin lugar a dudas, y con el fin de hacer más asequible la idea de la representación de lo real, como lo maneja Chartier, entendemos que este concepto es resultado del mundo social debidamente investigado y puesto a prueba, mediante los escudriñamientos que se realizan de los acontecimientos. Con la interpretación que realiza Ovalle (2018) y con el fin de dejar más inteligible el concepto Charteriano de “Representación”, podemos quedarnos con esa representación indirecta de la realidad que se expresa en la escritura y los discursos históricos y -por qué no enunciarlo- también en otros campos del saber científico.

Finalmente, a manera de cierre de la entrevista de Mendiola con Roger Chartier, presentamos la siguiente cita:

Existe un espacio abierto de la invención historiográfica, que comparte no métodos, no fuentes, no objetos, sino esta visión de la necesidad de una articulación entre lo discursivo y lo social, entre las producciones simbólicas y las distinciones de las denominaciones que construyen la sociedad (Mendiola, p. 64).

En virtud de la brevedad, como debe de ser un editorial, cerramos no sin antes invitar a nuestros lectores de la revista Debates por la Historia a que sigamos trabajando sinérgicamente en aportar visiones novedosas y útiles que nos abran nuevos panoramas y visiones de lo que se está trabajando en otras latitudes del mundo en este interesante campo del conocimiento. Igualmente, invitar a la lectura crítica de los artículos que se publican en este número y a que nos comuniquen sus resultados de investigaciones, con fines de publicación.

Material suplementario
Referencias
Mendiola, A. (2017) Diálogo con historiadores. México: Ediciones Navarra / El ojo viajero.
Ovalle P. (2018). Roger Chartier y Paul Ricoeur. Representación y verdad como fundamentos del trabajo historiador. Revista Historia 396, 8(2), 189-220.
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