Artículos de investigación

La prehistoria. Dilema conceptual

The prehistory. Conceptual dilemma

La préhistoire. Dilemme conceptuel

Prehistoria. Dylemat koncepcyjny

Mariano Próspero Álvarez Farfán *
Universidad José Martí, Cuba
Virgilio Companioni Albrisa **
Universidad José Martí Pérez, Cuba
Luis José Pérez Fonseca ***
Universidad José Martí, Cuba

La prehistoria. Dilema conceptual

Debates por la Historia, vol. 10, núm. 2, pp. 17-44, 2022

Universidad Autónoma de Chihuahua

Algunos derechos reservados

Recepción: 20 Noviembre 2021

Aprobación: 08 Febrero 2022

Publicación: 30 Julio 2022

Resumen: Es común que por adherirse a la tradición y presupuestos teóricos que datan de muchos años, al abordar la periodización de la historia, se haga alusión a la añeja división entre Prehistoria e Historia. ¿Es totalmente certero emplear el concepto de Prehistoria a la luz de los avances que se han logrado en las disciplinas auxiliares de la Historia en las últimas décadas? De una manera u otra, en el debate científico se cuestiona la pregunta que da inicio a este trabajo. Los autores nos proponemos reflexionar sobre esta problemática y socializar cómo se asume el tema en los programas de estudio de la escuela cubana, sin el ánimo de imponer puntos de vista o convertirlo en “camisa de fuerza”, sino de contribuir al necesario debate que aproxime al correcto tratamiento de la verdad histórica.

Palabras clave: actualizaciones, debate, historia.

Abstract: The study of history, in some disciplines, has traditionally been divided between Prehistory and History, however, it is worth asking if it is totally correct to continue using the concept of Prehistory, in light of the advances that have been achieved in auxiliary disciplines of history in recent decades? We intend to answer this question, which has been the subject of much-needed debate. Several authors in the study programs of the Cuban school intend to reflect on this problem and socialize how the subject is treated, without the intention of imposing points of view or turning it into a "straitjacket", but rather to contribute to the necessary debate that leads to the correct treatment of historical truth.

Keywords: updates, debate, history.

Résumé: Il est commun que, en adhérant à la tradition et aux présupposés théoriques qui datent de nombreuses années, en abordant la périodicité de l’histoire, on fasse allusion à la division ancienne entre Préhistoire et Histoire. st-il tout à fait juste d’utiliser le concept de préhistoire à la lumière des progrès réalisés dans les disciplines auxiliaires de l’histoire au cours des dernières décennies? D’une manière ou d’une autre, le débat scientifique remet en question la question qui est à l’origine de ce travail. Les auteurs entendent réfléchir à cette problématique et socialiser la façon dont la question est prise en compte dans les programmes d’études de l’école cubaine, sans vouloir imposer des points de vue ou en faire une "camisole de force"mais de contribuer au débat nécessaire qui se rapproche du traitement correct de la vérité historique.

Mots clés: mises à jour, déba, histoire.

Streszczenie: Powszechne jest, że trzymając się tradycji i założeń teoretycznych sprzed wielu lat, odnoszących się do periodyzacji historii, odwołuje się do starego podziału na prehistorię i historię. Czy całkowicie słuszne jest posługiwanie się koncepcją prehistorii w świetle postępów, jakie dokonały się w pomocniczych dyscyplinach historii w ostatnich dziesięcioleciach? W taki czy inny sposób pytanie, które rozpoczyna tę pracę, jest kwestionowane w debacie naukowej. Autorzy proponują zastanowić się nad tym problemem i uspołecznić sposób, w jaki temat jest przyjmowany w programach nauczania szkoły kubańskiej, bez zamiaru narzucania punktów widzenia lub przekształcania go w "kaftan bezpieczeństwa", ale aby przyczynić się do niezbędnej debaty, która zbliża się do prawidłowego traktowania prawdy historycznej.

Słowa kluczowe: aktualizacje, debata, historia.

Introducción

Los tiempos que corren parecen demasiado acelerados debido a que los adelantos de la ciencia y la técnica tienen un vertiginoso desarrollo y provocan sensibles cambios en la cultura material y espiritual en todas las áreas del saber. La historia no escapa a esta realidad y en las últimas décadas, fruto de las múltiples investigaciones que se acometen, se modifican, actualizan o perfeccionan los contenidos históricos y no pocas veces generan ardua controversia entre lo nuevo que se conoce y lo que tradicionalmente se aceptaba.

Numerosos ejemplos hablan de ello: las investigaciones han permitido determinar que es África –y no Asia, América u Oceanía- la cuna de la civilización mundial; que lo determinante en la sociedad comunitaria no es lo primitivo sino lo comunitario; que hoy lo más acertado es hablar de proceso evolutivo en el que las diferentes especies no se suceden en un orden cronológico unas detrás de otras, sino que en muchas ocasiones comparten el mismo hábitat y el mismo tiempo.

Engrosan la amplia lista de ejemplos, múltiples datos, hechos y precisiones que han provocado cambios en los libros de textos y en el tratamiento de los temas de estudio. Por solo señalar algunos de los más debatidos, se mencionan:

  1. Egipto en la antigüedad no era una sociedad esclavista sino tributaria;

    Los vikingos no fueron sucios salvajes que usaban cascos con cuernos;

    Los aborígenes de América no eran ignorantes e incivilizados como los presentaron los invasores europeos;

    Las tribus de Norteamérica no estaban compuestas por personas despiadadas obsesas por los cueros cabelludos;

    Guillotín no fue el primero al que se le aplicó la guillotina;

    En el desembarco de Normandía no es donde en realidad se da la mayor de las batallas de la II Guerra Mundial.

Estos y muchos otros ejemplos que se podrían listar -todos polémicos por su esencia- disponen de múltiples argumentaciones y exigen investigación, análisis, debate y adopción de una posición con independencia de lo que establecen la tradición, los programas de estudio y los formatos curriculares asumidos por la escuela. Así sucede con el caso del hoy polémico concepto de Prehistoria. En el presente trabajo los autores hacen un acercamiento a la pertinencia o no de su empleo, y el enfoque que recibe este en la escuela cubana.

Desarrollo

En toda ciencia o disciplina de estudio existen temas polémicos, conceptos y definiciones escabrosas o temáticas que suscitan controversia; cuyo tratamiento discursivo, sea en el ámbito investigativo propiamente dicho, en la socialización científica o en la impartición de asignaturas afines con la problemática, recibe una atención particular.

Basta decir en sentido probatorio: el planeta tierra contiene un solo mundo y pese a lo inadecuado que resulta metodológicamente su uso, de tanto emplear y repetir intencionadamente el término “Tercer mundo” se ha hecho habitual y aceptado en los análisis políticos, en trabajos científicos y en libros de textos, incluso hasta para aquellos que han redactado artículos fundamentando su inconsecuencia. Así sucede con la Prehistoria.

La disciplina Historia Universal, que es parte constituyente del currículum de la escuela cubana, contiene asignaturas tanto en el nivel medio como en el universitario y en ellas la Prehistoria ha sido objeto de profundos análisis y enconados debates entre los que ocupan un importante lugar: ¿Es pertinente su tratamiento? ¿Debe incluirse en los programas de estudio? ¿Se puede omitir de los programas de estudio de la escuela cubana si en otros países existen departamentos y asignaturas con este nombre, que tienen ese período en su campo de estudio?

La visión acerca de la Prehistoria tiene sus orígenes en la periodización histórica afianzada desde el siglo XIX.

Breve recorrido por la periodización de la historia

Los historiadores para organizar el estudio de la historia y hacerla más científica y comprensible, la dividieron en períodos y precisaron las fechas en que tuvieron lugar los hechos, o sea, los ordenaron cronológicamente. Para la historia es importante la organización cronológica, que permite establecer orden y duración a los acontecimientos históricos, y los divide en grandes períodos, edades o eras.

En la Antigüedad inicialmente se les concedió a los monarcas el papel portentoso de hacer la historia, y los registros cronológicos se hacían a partir del reinado de los soberanos o de ciertos acontecimientos significativos, como eran: la fundación de una ciudad, un gran acontecimiento militar, deportivo o de otra índole (Moreira, 2004). En la mayoría de los casos mientras más alejados estaban los hechos, procesos y acontecimientos, menor era el grado de confiabilidad de su abordaje y, dada la carencia de fuentes, se recurría a explicaciones míticas o fantásticas que distorsionaban la verdad.

La primera gran división del proceso histórico se debe al historiador alemán y profesor de Retórica e Historia en la Universidad de Halle, Christophorus Cellarius, o Cristóbal Cellarius, (1638-1707), quien estableció el tríptico cronológico de: Antigüedad, Edad Media y Época Moderna. Lo hizo en primer lugar en un manual escolar de Historia Antigua editado en 1685, y su éxito le indujo a repetirla en otro, de mayor difusión, publicado en Jena, en 1688 (Fernández, 2007).

Sin embargo, el primer gran empuje para la historiografía crítica lo dieron Montesquieu y Voltaire. Este último comprendió que los sujetos de la historia no eran ni reyes ni generales, sino las naciones mismas, dejando planteada la aspiración de hacer una historia universal. La visión de los ilustrados confirmó los albores de la modernidad y la dedicación a la historia formó parte del empeño por contribuir a la causa de la libertad y del progreso de la civilización (Fariñas y Pérez, 1990).

Durante gran parte del siglo XIX se puso énfasis particular en el papel heroico de las personalidades, en el fenómeno bélico o en las grandes ideas motivadoras; e incluso, los cambios sociales básicos aparecen como la obra de líderes políticos, legisladores o reformadores; dividieron la historia en los cuatro períodos que tienen como punto de partida el escenario europeo y que por tradición se han generalizado.

Como la periodización la hacen los hombres y no siempre responde a las características de las diferentes sociedades, las divisiones que poseen valor para el mundo europeo no se ajustan a otras regiones, ni desde el punto de vista cronológico ni en cuanto a sus peculiaridades. Sin embargo, esta división por épocas es la más difundida y, aunque tiene detractores, sigue utilizándose. La periodización de la historia universal mundialmente aceptada es la siguiente: Época Antigua; Época Medieval-también llamada Edad Media, Época Moderna y Época Contemporánea (Fariñas y Pérez, 1990).

Según la periodización extendida, las culturas que no legaron escritura forman parte de la Prehistoria. En consecuencia con ello, la antigüedad se dividiría en Prehistoria e Historia Antigua. Esta división fue desarrollada teniendo en cuenta que en el mencionado siglo las Ciencias Auxiliares de la Historia no se habían desarrollado suficientemente y aportaban información que no permitía confirmar los hechos muy alejados en el tiempo. Por otro lado, la información de estas ciencias difería de la que ofrecía la documentación escrita, por consiguiente, la ubicación o no de los pueblos en la historia dependía de que estos hubiesen conocido o no la escritura. Desde entonces la Prehistoria se refiere al período del desarrollo de la sociedad humana que va desde la aparición del hombre sobre la faz de la tierra hasta la aparición de la escritura, pues se consideraba que esta era quien permitía dar fidelidad y demostración a los hechos históricos.

Partiendo del reconocimiento de esta periodización, el arqueólogo danés C. Thompsen introdujo en el segundo cuarto del siglo XIX la clasificación de tres edades para la antigüedad: la Edad de Piedra, la del Bronce y la del Hierro, según el material que se empleara. Los arqueólogos e historiadores la aceptaron (Kajdan y Nikolski, 1986).

En 1877, basándose en la concepción existente sobre la Prehistoria, Lewis H. Morgan, en su obra La Sociedad Antigua, presenta una clasificación general de la cultura material. Divide la historia de la sociedad en tres grandes etapas: Salvajismo, Barbarie y Civilización; cada una de ellas dividida en tres períodos: inferior, medio y superior (Capote, 2006).

Sobre el particular, el filósofo alemán Carlos Marx realiza una serie de estudios sobre las formaciones precapitalistas, publicados por primera vez entre 1939 y 1941 con el nombre de Formaciones económicas precapitalistas, en las que fundamenta el tránsito de estas hacia la sociedad clasista (Capote, 2006).

Por su parte, el antropólogo Leslie White presentó las etapas de la evolución cultural según el control y uso de las fuentes de energía. Extendió el salvajismo hasta la Revolución Agrícola, con el uso de la energía solar; la Barbarie llegaría hasta la Revolución Industrial y la Civilización de allí en adelante (Kajdan y Nikolski, 1986).

Fruto de un profundo estudio en el siglo XX (1937, 1946 y 1955), Gordon Childe extiende el Salvajismo hasta la Revolución Neolítica, la Barbarie hasta la Revolución Urbana y la Civilización sería desde el desarrollo de las ciudades hasta el feudalismo, que él extiende hasta la Revolución Industrial. En su obra ¿Qué sucedió en la historia? enfatizaba: “Ayudada por la arqueología, la historia, con su preludio la prehistoria, se convierte en una prolongación de la historia natural” (Childe, 1972, p. 19).

En el momento en que Childe redacta esta magistral obra, no podía ser de otro modo porque la arqueología era la disciplina auxiliar de la historia que mayor nivel de desarrollo tenía y la que más aportaba en el esclarecimiento de los procesos y acontecimientos anteriores al descubrimiento de la escritura, pero su información no permitía hacer una verdadera reconstrucción histórica.

A esta consideración se suma el análisis de Marc Bloch en su obra Apología de la historia o el oficio del historiador, refiriéndose a las dificultades en esta ciencia para alcanzar las precisiones necesarias que contribuyeron a que se mantuviera el criterio de que lo anterior a la escritura figura en la Prehistoria. Sobre ello dice:

Porque la historia no es solamente una ciencia en marcha. Es también una ciencia que se halla en la infancia: como todas las que tienen por objeto el espíritu humano, este recién llegado al campo del conocimiento racional. O, por mejor decir, vieja bajo la forma embrionaria del relato, mucho tiempo envuelta en ficciones, mucho más tiempo todavía unida a sucesos más inmediatamente captables, es muy joven como empresa razonada de análisis (…) Razón por la cual Fustel de Coulanges y, antes que él, Bayle no estaban, sin duda, totalmente equivocados cuando la llamaban “la más difícil de todas las ciencias” (Bloch, 1971, pp. 44-45).

Por su parte, Ralph Turner, en su monumental obra Las grandes culturas de la humanidad (1941), hace un estudio pormenorizado de la evolución cultural de la humanidad desde los tiempos más remotos. Se apoya en los aportes de diversas disciplinas entre las que se destacan la arqueología, antropología, antropogeografía, sociología, psicología social, economía política, etc.; enfatiza en los conceptos cultura y proceso social para hacer más inteligible el movimiento social a lo largo del tiempo, pero mantuvo el criterio de que lo acontecido antes del surgimiento de la escritura forma parte de la Prehistoria.

Otros autores continuaron el estudio de la historia por sendas parecidas. Ya en la década del 60 del siglo XX, algunos estudiosos comienzan a preguntarse si la definición de Prehistoria era totalmente exacta. No obstante, en 1962 John Lewis publica Hombre y evolución, que sería reditada en 1968 y 1972. Aunque no es una obra exclusivamente histórica, ofrece importantes análisis que apartan al hombre del mero concepto biológico y que lo definen como un ser eminentemente social, como el único capaz de poseer cultura.

Debido a que su objetivo no era profundizar en la periodización, Lewis no hace un estudio detenido de ella. Sin embargo, al destacar la celeridad de los cambios humanos reconoce la existencia de la Prehistoria:

El comienzo de la historia escrita puso fin al período prehistórico. La escritura vino a fijar, de manera permanente, el sonido fugaz y transitorio de la voz, y la mano adquirió una nueva función, la de escribir. Esto indudablemente exige nuevas conexiones en la corteza cerebral, al objeto de crear nuevos eslabonamientos entre los sonidos y los símbolos gráficos. El cerebro ya no resultaba necesario como almacén de conocimientos... (Lewis, 1972, pp. 53-54).

El brasileño Darcy Ribeiro procuró sistematizar los aportes realizados por la antropología, periodizando sobre los cambios en las tecnologías. Propone ocho revoluciones tecnológicas, a saber: Revolución agrícola, urbana, del regadío, metalúrgica, pastoril, mercantil, industrial y termonuclear. Esta última, según su criterio, transcurre en nuestros días con el desarrollo de la electrónica, la energía atómica, la automatización, etc. (Ribeiro, 1992).

En resumen, desde la primera mitad del siglo XX, como fruto de numerosos estudios anteriores, se asume por comodidad para el estudio la periodización arqueológica, mientras que a todo lo acontecido antes del surgimiento de la escritura se le ubica en la Prehistoria, que en última instancia representa el mayor espacio temporal transcurrido desde la aparición del hombre sobre la faz de la tierra hasta el presente.

No obstante, no han de pasarse por alto las palabras de José Antonio Marina y Javier Rambaud al expresar:

La historia ha sido más desordenada. Y, sin embargo, creemos percibir en ella un mecanismo que va seleccionando soluciones que se imponen porque son aceptadas como mejores por la mayor parte de la población. A veces se trata de un consenso efímero, pero, como en las teorías científicas, nos mantiene la esperanza de que una teoría más poderosa desplace a la más débil (Marina y Rambaud, 2018, p. 32).

Consideraciones acerca del concepto Prehistoria

Toda periodización es relativa y convencional, porque la hacen los hombres y en su determinación influyen: el criterio del autor que periodiza, la escuela o corriente a la que pertenece, los intereses y simpatías de quien analiza, el grado de conocimiento sobre el aspecto objeto de estudio, entre otros.

Cuando se establece la división de la Historia Antigua en Prehistoria e Historia, el siglo XIX se mostraba pujante, efervescente, impetuoso en cuanto a desarrollo (Fariñas y Pérez, 1990). Parecía a sus contemporáneos que lo logrado en ciencia y técnica no tendría parangón; sin embargo, contra su parecer, las ciencias y disciplinas que auxiliaban a la historia estaban poco desarrolladas y muy distantes de agotar todas sus potencialidades. Para esa fecha no era posible reconstruir la mayor parte de lo acontecido en épocas remotas o por lo menos dar una imagen bastante certera de las primeras comunidades humanas, características, regularidades, costumbres, modos de vida, etc., con elementos probatorios o que no dejaran mucho margen de dudas.

Los historiadores consideraron que lo que podía respaldar lo sucedido, confirmar los acontecimientos, probar la veracidad de los hechos, eran los documentos escritos y por eso la verdadera historia era la que se podía reconstruir con el apoyo de la escritura. De esta manera, todo lo anterior a ella formaba parte no de la historia, sino de la Prehistoria (Soler y Mateos, 2016).

La mayoría de los autores de finales del siglo XIX y hasta las décadas del 60-70 del siglo XX emplearon el concepto Prehistoria sin cuestionamiento alguno. La regularidad de su uso lo convirtió en costumbre, usual y cómodo, por eso va a continuar apareciendo en proyectos de investigación, trabajos científicos, libros de divulgación, textos escolares, etc. No obstante, para gran parte de la comunidad científica y estudiosos del tema, desde el punto de vista metodológico, ese enfoque ya no tiene razón de ser (Álvarez, 2014).

Se esgrime como razón, que se ha demostrado que los documentos no son tan imparciales como pudiera suponerse, porque reflejan los intereses de determinados grupos sociales y los del propio autor, por tanto, el conocimiento de la escritura no es una condición infalible. Además, detrás de cada hombre que redactaba hay un número de condicionantes y particularidades que pueden distorsionar la verdad.

Está demostrado por ejemplo que los escribas que acompañaban a soberanos y grandes jefes militares se veían obligados a redactar de modo que complaciera a sus dignatarios y tendían a engrandecer sus obras y hazañas para evitar castigos y represalias o para ganar su consideración y favores, por eso no siempre eran fieles a la verdad. Así mismo sucedió con los cronistas, escribanos y redactores de épocas posteriores. En tal sentido, la escritura no es razón suficiente para demostrar la veracidad de los hechos y procesos históricos.

Tampoco se puede absolutizar el papel de la escritura en la datación, ya que existen pueblos cuya escritura no ha sido descifrada, y, sin embargo, teniendo en cuenta su nivel de desarrollo, no podemos considerarlos fuera de la historia.

La civilización minoica alcanzó un desarrollo impresionante en la Grecia Antigua, en la isla de Creta. Su desaparición se enmarca hacia el 1450 a.n.e., pero su sistema de escritura logró sobrevivir y fue clasificado en Lineal A y Lineal B. Hasta el presente el periodo Lineal A no ha sido descifrado; sin embargo, nadie duda de la historia y el alcance de esta civilización (Struve, 1995).

Parecido ocurre con los olmecas que prosperaron entre el 1200 y el 400 a.n.e. Tal civilización avanzada debe haber tenido un sistema de escritura y hallazgos recientes apuntan a ello, pero a finales de la década de 1990, se encontró al sureste de México, en el corazón de la antigua civilización olmeca, el bloque de Cascajal. Este incluye 62 glifos, algunos abstractos y otros con formas de piña, espiga de maíz o peces. Los símbolos no se parecen a otros escritos mesoamericanos, los cuales se ejecutan verticalmente, a diferencia de la escritura olmeca, que se muestra de manera horizontal. Desafortunadamente, han sido increíblemente difícil de descifrar (Santana, 2010).

El Protoíndico o escritura del Indo (2500-1500 a.n.e.), empleada por el pueblo del valle del Indo, ha sido imposible descifrar su significado a pesar de haberse encontrado más de 4000 objetos con inscripciones en esta lengua. Aunque algunos expertos han dudado de que sea un sistema de escritura, lo cierto es que no se conoce su verdadero significado (García, 1995).

Los etruscos, quienes se establecieron en la región de Etruria en la península itálica, antes del dominio romano, utilizaron el antiguo alfabeto griego, transformándolo según sus necesidades. El problema se presenta porque nadie conoce el idioma etrusco, o sea, se puede leer, pero no se sabe lo que querían decir (Moreira, 2004).

Igual sucede con el proto-elamita, que es la más antigua escritura indescifrable. La gente que la utilizaba vivía en la antigua Persia. Fue empleado por dos siglos, a partir del 3050 a.n.e., en una zona cerca de donde vivía el pueblo sumerio. Por eso, parte de los símbolos utilizados se pueden comprender, porque son parecidos a los símbolos sumerios. Sin embargo, no se puede entender lo que quieren decir con su escritura (Seixo, 2011).

De cualquier manera, estos ejemplos demuestran que no se puede absolutizar el papel de la escritura en la confirmación de los hechos y acontecimientos históricos y, por tanto, esta no debe ser rasero suficiente para dividir un período histórico de otro.

Se suma como argumento a tener en cuenta, que hay pueblos que alcanzaron notable desarrollo económico y cultural y no conocieron la escritura. ¿Deben por esa razón ser ubicados en la Prehistoria? ¿Se hace justicia al desarrollo que alcanzaron?

El ejemplo más elocuente es el de los incas, quienes construyeron un poderoso Estado despótico, centralizado y teocrático y que legaron importantes joyas a la cultura mundial como su majestuosa arquitectura, con construcciones monumentales: templos, palacios, obras públicas. Los incas fueron también astrónomos, tuvieron su propio calendario, fueron expertos ingenieros destacándose en la construcción de caminos, puentes, canales, acueductos, etc. Sin embargo, no desarrollaron un sistema de escritura. Es verdad que suplieron esa dificultad con el uso del quipu, que es un objeto formado por varias cuerdas de diversos colores, en el que hacían nudos, pero en última instancia no es un sistema de escritura.

Por si fuera poco, hay pueblos en el presente que mantienen relaciones tribales, viven en sociedad comunitaria, no conocen la escritura y son estudiados científicamente por investigadores de países más desarrollados o de miembros de la comunidad científica del país del que forman parte. ¿Tendrían que ubicarse en la Prehistoria? De ellos se conoce: modo de vida, costumbres, tradiciones, creencias, principales acontecimientos, etc., pero no porque lo trasmitan a través de la escritura, sino por los estudios que sobre ellos se realiza.

Argumenta a favor de evitar metodológicamente la división entre Historia y Prehistoria, el hecho de que las Ciencias Auxiliares de la Historia, en las últimas décadas, se han desarrollado a tal punto que permiten una aceptable reconstrucción histórica (Dávila, 2017). Hoy es posible saber aproximadamente en un resto fósil: la edad, el sexo, la causa de muerte, enfermedades que padecía, último alimento consumido, las condiciones del medio en que muere, hábitos alimenticios, costumbres, posible rango o jerarquía, posibles labores que desarrollaba, entre otros datos.

El alcance de la ciencia ha sido tal que hoy, tras esfuerzos continuos y gracias a la mejora en el aislamiento de las muestras de los restos fósiles y el empleo de las tecnologías de secuenciación del genoma, se consigue secuenciar el Ácido desoxirribonucleico (ADN) nuclear y ello –junto con el análisis del genoma mitocondrial- permite reconstruir en gran medida el linaje evolutivo (Arzuaga y Martínez, 2007; Amat, 2008; Fontenla, 2008).

Prueba irrefutable de la capacidad de la ciencia es que empleando técnicas sofisticadas se puede alcanzar una imagen en tercera dimensión (3D) de cómo era el rostro de la persona de la cual se preserva el cráneo, aun cuando han pasado miles de años de su deceso (Verdú, 2021).

En consecuencia, utilizando complejas fuentes de conocimientos y sofisticados métodos de trabajo, se logra una aceptable reconstrucción del pasado, por eso, todo debe estar incluido en la historia haciéndose inadecuado el uso del término Prehistoria. Además, la separación entre la prehistoria y la historia es incorrecta si partimos de la definición de historia.

A decir de Pierre Vilar “Quizás el peligro más grave, en la utilización del término `historia´, sea el de su doble contenido: `historia´ designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia de este conocimiento” (2012, p. 1).

Con este mismo recorrido de análisis, Edward Hallet Carr, apuntaba:

Así pues, la historia, en sus dos sentidos -la investigación llevada a cabo por el historiador y los hechos del pasado que él estudia- es un proceso social, en el que participan los individuos en calidad de seres sociales; y la supuesta antítesis entre la sociedad y el individuo no es sino un despropósito interpuesto en nuestro camino para confundirnos el pensamiento (Carr, 1970, p. 80).

Para L. Febvre (1975), fundador de la Escuela de los Annales, la historia es “ciencia de los hombres, pero de los hombres en el tiempo” y se enriquece cuando lo explicita como el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos. Esta explicación es compartida por Marc Bloch, otro fundador de esa escuela.

Para Sánchez Jaramillo (2005), en su artículo La historia como ciencia:

Historia es un término que se ha definido de múltiples maneras, pero todas las definiciones coinciden en que se trata de un tipo de inquisición o de investigación sobre hechos acaecidos en el pasado, es el registro de las acciones realizadas por los hombres (p. 55).

Por su parte, Sergio Fernández Riquelme considera que:

La ciencia histórica aparece, pues, como una de las maneras empíricas de estudiar la evolución social y cultural de la actividad ser humano respecto al mundo material y espiritual que le rodea. Y como toda ciencia pretende conocer su objeto de atención mediante una serie de instrumentos y una serie de leyes, a través de las cuales selecciona, ordena, almacena y expone los “hechos históricos”. Ahora bien, la Historia busca respuestas en el pasado a preguntas que se plantea, previamente, en el presente sobre un “hecho histórico” que, en teoría, le es desconocido (…) Así la historia aparece como el medio por el que una sociedad, una cultura, rinde cuentas a su pasado inmediato o remoto (Fernández, 2010, p. 32).

Sobre el particular, Campillo (2016) refiere:

En efecto, a partir del siglo XIX, la Historia como un cierto tipo de saber deja de ser la crónica periodística y etnográfica del presente inmediato y se convierte en el estudio erudito de todas las épocas del pasado. Y para ello recurre a dos «testigos» no vivientes, los documentos y los monumentos, y a dos saberes auxiliares que interrogan a esos testigos: la Filología y la Arqueología. El historiador deja de ser un viajero y se convierte en un investigador de archivo (p. 45).

Teniendo en cuenta las definiciones anteriores, los autores asumen la opinión del investigador Roberto Capote, en su obra La génesis del hombre y la sociedad, cuando plantea:

(…) la información sobre el pasado es factible remontarla a dos millones de años de antigüedad, período en el que surgió la sociedad comunitaria en la cual se crearon los primeros instrumentos de trabajo y el hombre se relacionó con la naturaleza a través de las fuerzas productivas y en la que también se crearon relaciones entre los hombres en el propio proceso de producción, y esa información, esos datos igualmente son históricos como los que provienen de las sociedades estamentales y clasistas, por tanto, la primera etapa es tan histórica como la segunda y en lo único que difieren es en sus fuentes de conocimientos y sus métodos de trabajo, lo que hace que sus procedimientos de estudio sean peculiares y diferentes de los métodos históricos actuales (Capote, 2006, p. 30).

El tratamiento de la Prehistoria en la escuela cubana

Pese a los avances logrados en los últimos 50 años, con toda razón el historiador e investigador Felipe de Jesús Pérez Cruz, al referirse al desarrollo de los estudios de Historia Universal en Cuba, afirmaba: “Una deuda principal que tiene el debate historiográfico nacional, es la evaluación del estado y el futuro de los estudios del campo disciplinar de la Historia Universal” (Pérez, 2010, p. 241).

Su criterio obedece a que durante el período de la República Neocolonial (1902-1958) fue muy pobre el estudio y profundización de los contenidos referidos a la Historia Universal (Pérez, 2010). Los pocos textos que sobre el tema se publicaban traían amplia influencia de autores norteamericanos y en la mayoría de los casos –de forma abierta o velada- trasmitían el ideal del “sueño americano” y el reconocimiento de Estados Unidos como la gran potencia llamada a controlar toda la región.

El sistema de enseñanza estaba formado por escuelas privadas y públicas y los textos de Historia Universal, que abordaban la antigüedad, en todos los casos se adherían al reconocimiento de la Prehistoria como un período diferente al resto de la historia. Entre los ejemplos se pueden resaltar el libro de Levi Marrero, profesor de Historia del Instituto de la Víbora en La Habana, editado en 1940, 1941, 1943 y en 1945, cuyo título es Historia Antigua y Medieval, de la editorial Minerva, que se realizó de acuerdo con el programa de la materia en los institutos. En el mencionado texto, en las páginas 8 y 9, se distingue a la Prehistoria de la Historia y el argumento que se utiliza es el de la utilización de la escritura.

También sirve como ejemplo el libro del Dr. Marino Pérez Durán, profesor de Historia Universal en el Colegio Baldor, con título Historia General, Libro Primero, editado por Cultural S. A., en 1944, en la Habana, que le dedica uno de sus capítulos a la Prehistoria. Su análisis, un poco más amplio que el anterior, gira sobre los mismos presupuestos.

Una visión diferente ofrece el texto del Dr. Vicente Herrería Tejera, que tuvo amplia difusión en la región central (Antigua provincia de Las Villas), debido a que fue profesor de Geografía e Historia, exdirector del Instituto de Segunda Enseñanza de Sancti Spiritus y profesor de la Cátedra “F” del Instituto de Santa Clara. El título del libro es Historia Universal 1-2 Edad Antigua y Media y fue editado en Impresos Ginesta, en Santiago de Cuba, en 1952. Fue adaptado al programa oficial de la Segunda Enseñanza.

En el mencionado texto se afirma en la página 16:

A la Edad Antigua precedió un largo período, a cuyo conocimiento ha venido a llegarse en el siglo XX con el descubrimiento de innumerables materiales que pertenecen a los tiempos más primitivos del hombre, y cuyo periodo se denomina Prehistoria, porque es anterior a la Historia, y que estudiaremos en capítulo aparte (Herrería, 1952, p. 16).

Consecuente con esta afirmación en el tema número 3, con título La Prehistoria: Los terrenos, los fósiles y el origen del hombre, se hace un análisis pormenorizado de la Prehistoria, que se extiende desde las páginas 18 hasta la 25, y posteriormente en el tema número 4 Las razas y las civilizaciones primitivas, donde se dedican dos páginas a los períodos que comprende la Prehistoria.

De 1953 data el libro –bastante difundido en la época- de Edilberto Marbán Escobar, con título Curso de Historia Antigua y Media, que tiene una muy escueta referencia a la Prehistoria en la página 9, donde dice:

En lo que sí están de acuerdo todos los historiadores es en que la historia comienza propiamente cuando el hombre deja constancia de sus pensamientos y de sus actos en forma escrita, o sea en inscripciones grabadas sobre piedra o ladrillo. Esto ocurrió probablemente hacia el quinto o sexto milenario antes del nacimiento de Jesucristo. Pero desde mucho antes, unos 100,000 o 500,000 años atrás, el hombre existía (…) A ese período de tiempo en que el hombre no usaba la escritura se le llama Prehistoria (Marbán, 1953, p. 9).

La mayoría de los textos publicados en la década de 1950 son los mismos que se emplearían en las escuelas al producirse el triunfo de la Revolución, el 1º de enero de 1959. Sin embargo, rápidamente se produce la nacionalización de la enseñanza, desaparece la escuela privada y los programas de estudio adquieren carácter nacional con fuerza de ley. Ello, unido a la Campaña de Alfabetización, la Batalla por el Sexto Grado y el impulso para vencer la Secundaria Básica y el Preuniversitario, provocaron un cambio radical en programas, textos y contenidos (Domínguez, 2016).

El primero de los textos que prevaleció en los estudios de Historia Universal en el nivel medio fue el de A. V. Mishulin Historia de la Antigüedad, impreso por la Imprenta Nacional de Cuba en 1962. Con un enfoque adscripto a la escuela soviética, no es de extrañar que no se hace ninguna alusión a la Prehistoria e incluso en el capítulo introductorio, de las páginas 6 a la 18, aparecen como subtítulos: La horda primitiva, Tribu y gens, Gens materna y gens paterna, Aparición de las clases, Formación del Estado, Monumentos históricos, El calendario y ¿Qué estudia la Historia? Todos son contenidos de explicaciones muy generales y no se explica nada sobre periodización y etapas o períodos de la historia. A continuación, se pasa al siguiente capítulo El Oriente Antiguo, sin referirse a la Prehistoria.

En 1965 la Historia Universal comienza a impartirse en Séptimo Grado con la asignatura Historia Antigua. El texto del mismo nombre fue editado por la Editorial Pueblo y Educación, para el Ministerio de Educación, específicamente para el Viceministerio de Educación General y Especial. Tratándose de que estaba dirigido a estudiantes de séptimo grado, tanto programa como libro de texto, tenían un contenido muy denso, considerado posteriormente por los especialistas del tema como demasiado amplio y profundo para el nivel.

Este libro de texto de Historia Antigua contiene una introducción de 3 páginas y a continuación la primera sección del contenido, titulada Prehistoria, dividida en 3 capítulos (Origen y evolución de la vida, Evolución del hombre . Los hombres primitivos) que se extiende desde las páginas 11 hasta la 100. Se distingue por una esmerada organización de las temáticas; contenidos explicados exhaustivamente; amplitud en los enfoques; lenguaje claro y preciso; numerosas imágenes, fotos, recuadros, esquemas lógicos y datos; resaltados y llamados de atención hacia el texto, etc., que ilustran magistralmente.

Sin embargo, no se menciona ni una sola vez el término Prehistoria. Ni el programa orienta su tratamiento ni el texto ofrece explicaciones. Su única aparición es en el título de la sección. De esta manera quedaba a consideración del profesor ofrecer los elementos conceptuales y hacer las aclaraciones pertinentes.

En 1972 ve la luz el texto Historia Universal del 1 al 5, confeccionado por un colectivo de autores del Ministerio de Educación y cuyo propósito principal era reforzar la Historia Universal en el nivel medio y contribuir a la formación del personal docente. El texto abarca toda la Historia del Mundo Antiguo con una concepción didáctica bastante acertada, introduce apartados sugerentes que ayudan al manejo del texto y del contenido como: Lo que podrás aprender, ¿Sabías que…?, Trabaja y aprende, Atención y un preciso vocabulario llamado Palabras nuevas.

Evitando la densidad del texto anterior, se apoya en resúmenes y generalizaciones que ayudan a no caer en el exceso de información. La Unidad 1 La Historia en el tiempo abarca de las páginas 5 a la 18; la Unidad 2: El origen del hombre, comprende de las páginas 20 a la 31 y la Unidad 3: Del hombre recolector al productor de alimentos, se extiende de las páginas 33 a la 59. En esas 54 páginas no hay alusión alguna a la Prehistoria y aunque se habla de cronología, las eras, el proceso de hominización y humanización, y los períodos de la sociedad primitiva; se concibe a la historia como única desde la aparición del hombre hasta nuestros días.

Atendiendo a los cambios de programas experimentados, en 1976 se publica el libro de texto Historia del Mundo Antiguo. Egipto-Mesopotamia-India-China –reeditado en 1978, 1982 y 1984- para la impartición de la asignatura en el quinto grado, bajo la autoría de Victoria Martínez Marún, Bárbara Rafael Vázquez, Daisy Fariñas Gutiérrez y Teresita Bacallao Reyes. El libro, pese al vocabulario atemperado a niños de quinto grado, las imágenes sugerentes, los esquemas, los resaltados en negrita y el apartado Comprueba lo que has aprendido, no escapa al exceso de información para el nivel. Sus primeras 46 páginas abordan lo que tradicionalmente se analizaba como Prehistoria, sin hacer distinción entre un período y otro. De las páginas 47 a la 64 se presentan imágenes sobre el período, sin hacer mención al término ni explicitar el concepto.

Con el propósito de preparar a los docentes que impartirían la asignatura se edita, por la Editorial Pueblo y Educación (1983 y 1987), Historia Universal. Parte 1. Curso para Maestros Primarios, de un colectivo de autores dirigido por José de la Tejera Dubrocq y cuyo destino principal eran las Escuelas Formadoras de Maestros Primarios. El libro amplio y bien fundamentado hace una única alusión a la Prehistoria en la página 17, cuando los autores plantean “Para la división de la sociedad primitiva, también denominada prehistoria, se ha tomado en cuenta el criterio de los arqueólogos, que plantean tres edades o períodos: la Edad de Piedra, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro…” (De la Tejera, 1987, pp. 17). Tras esta breve mención, no se detiene en el análisis y profundización de esta problemática.

Con el proceso de perfeccionamiento de la educación, entra en vigor –en 1989- un nuevo programa de Historia Antigua y Medieval de Séptimo Grado, elaborado por un colectivo de autores, integrado por metodólogos, profesores y especialistas del Ministerio de Educación y revisado por la Comisión Nacional Permanente para la Revisión de Planes, Programas y Textos de Estudio del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP) del Ministerio de Educación (MINED).

El texto, correspondiente a este programa, titulado Historia Antigua y Medieval fue editado por la Editorial Pueblo y Educación y la autoría correspondió a Regla María Albelo Guinnart, Isabel Álvarez Batista, Rosa María Díez Tornés y María Lourdes Hernández Domenech. Con la intención de reducir el volumen y la complejidad de los contenidos, se profundiza más en los procesos que en los hechos, por esta razón, en el Capítulo Introductorio y en el capítulo 1 La Comunidad Primitiva. La vida de los hombres en la primera sociedad humana, se aborda la historia como todo lo acontecido desde la aparición del hombre hasta la actualidad. Al abordar la antigüedad no se particulariza en la Prehistoria. Este libro es complementado con las Lecturas Complementarias, publicadas en 2004, bajo la autoría de Dalia Herrera Serrano y Lijia Ruiz Espín. El capítulo 1 La Comunidad Primitiva, se extiende desde las páginas 1 hasta la 28 y contiene un detallado análisis de los tiempos más remotos de la historia humana, sin referirse en ningún caso a la Prehistoria.

Para la formación del personal docente en los Institutos Superiores Pedagógicos, devenidos posteriormente en Universidades de Ciencias Pedagógicas, se empleó desde 1985 (ampliado y corregido en 2002) el libro de la prestigiosa profesora Daisy Fariñas Historia del Mundo Antiguo. En la página 2 se explica que generalmente se ha hecho la división entre Prehistoria e Historia y luego aclara: “Ello no es exactamente válido, ya que existen pueblos cuya escritura no ha sido descifrada, y sin embargo por su nivel de desarrollo no podemos considerarlos dentro de la comunidad primitiva” (Fariñas, 2002, p. 2). La autora ofrece como segunda razón que con el hombre se entra a la historia y que ese hombre primitivo marcó, con la elaboración de instrumentos, diferencias cualitativas con el mundo de los animales, por eso las etapas en que vivieron esos primeros hombres también forman parte de la Historia.

En 2003 fue diseñado, por un colectivo de autores del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana, el texto Introducción a la Historia Universal como soporte al curso homónimo trasmitido por la Televisión Cubana Universidad para Todos. En él se menciona la división entre Prehistoria e Historia, pero se defienden puntos de vista similares a los de Daisy Fariñas.

El propio Departamento de Historia de la Universidad de La Habana, respondiendo al reclamo de la dirección del país y del pueblo de Cuba, de contar con una Historia Universal para los estudiantes universitarios, elaborada por autores cubanos, alejada de las posiciones eurocentristas y que siguiera los puntos de vista, criterios, enfoques y cuestionamientos de los países del “Sur”; elaboró el texto Historia Universal I. Historia Antigua y Media. Este ve la luz en 2004 y sus coordinadores fueron los doctores Constantino Torres Fumero y Sergio Guerra Vilaboy. La dirección del volumen fue de la Dra. Lillián Moreira de Lima.

Sobre la problemática en el texto se explica que tradicionalmente los contenidos referidos a las primigenias comunidades se incluían en la denominada prehistoria, separándola de la historia propiamente dicha; división realizada en el siglo XIX, porque los métodos y técnicas de la Arqueología aportaban una información que difería de la obtenida a través de la documentación escrita. Sin embargo, se hace una aclaración que los autores de este trabajo asumen:

En la actualidad, ese enfoque ya no tiene razón de ser, pues la Arqueología y otras ciencias auxiliares, permiten un aceptable nivel de reconstrucción histórica y los documentos no son tan imparciales como pudiera suponerse, porque reflejan los intereses de determinados grupos sociales (Moreira, 2004, p. 5).

Por último, en un esfuerzo por afrontar el perfeccionamiento de los programas de estudio del nivel medio, en 2018 comenzó el pilotaje de los contenidos de Historia Antigua y Medieval en Séptimo Grado. El nuevo texto, bajo la redacción del Dr. C. Yosdey Dávila Valdés y un colectivo de autores de la dirección del MINED y de la Universidad de Artemisa, tiene una concepción didáctica novedosa, atractiva, actualizada, dirigida a lograr una perspectiva más integral de la historia; supera cualitativamente los anteriores textos, pero referente a la periodización histórica se adscribe a los criterios sostenidos por Daisy Fariñas y los profesores del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana.

Conclusiones

Desde la segunda mitad del siglo XIX, ante el escaso desarrollo de las Disciplinas Auxiliares de la Historia y la imposibilidad de reconstruir el pasado más remoto, se dividió la Antigüedad en Prehistoria e Historia. Los pueblos que no conocieron la escritura formaron parte de la primera. Esta división, por la frecuencia de su empleo y la comodidad que ofrece su uso, se hizo general y mundialmente aceptada, por lo cual continuara apareciendo en proyectos de investigación, informes, libros de divulgación, etc.

En la actualidad, la división entre Prehistoria e Historia ya no tiene razón de ser, pues la Arqueología y otras ciencias auxiliares permiten un aceptable nivel de reconstrucción histórica y los documentos no son tan imparciales como se creía. Además, varios pueblos que no conocieron la escritura o que la que poseían no ha sido descifrada, alcanzaron un nivel de desarrollo que no hace posible incluirlos en la sociedad primitiva.

Desde el triunfo de la Revolución, la escuela cubana defiende el criterio –compartido por los autores de este trabajo- de que la división de la Antigüedad en Prehistoria e Historia tiene su origen a fines del siglo XIX, responde al momento histórico en que se desarrolló la periodización, se hizo muy difundida en el siglo XX y se emplea por tradición y comodidad, pero ya no tiene razón de ser.

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Notas de autor

* Es doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad José Martí (Cuba). Entre sus publicaciones recientes están: El debate en la valoración de las personalidades en Historia del Mundo Contemporáneo. Revista Debates por la Historia. Vol. VIII, núm. 2, julio-diciembre 2020; Jueves de Debate en la preparación política en la Universidad José Martí. Pedagogía y Sociedad, 23(58); Debate de las ideas ante la guerra que se nos hace. En miradas en contexto. Editorial: Ocean Sur (2021). Temas de interés: Historia y cultura del debate.
** Es doctor en Ciencias Pedagógicas por la Universidad José Martí Pérez (Cuba). Publicaciones recientes: “Potencialidades de la historia universal para la educación jurídica de los estudiantes de carreras pedagógicas. Algunas tareas docentes.”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (enero 2018). ISSN: 2254-7630; “Los sujetos marginados en la historia. Algunas sugerencias metodológicas para su tratamiento en la docencia”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (febrero 2019). Temas de interés están la historia, la didáctica de la Historia y la educación jurídica.
*** Es Máster en Ciencias de la Educación por la Universidad José Martí (Cuba). Entre sus publicaciones recientes están: El debate en la valoración de las personalidades en Historia del Mundo Contemporáneo. Revista Debates por la Historia. Vol. VIII, núm. 2, julio-diciembre 2020; “Concepción didáctica para enseñar a decodificar los textos de José Martí en la universidad cubana" Vol. 10, Nº 7 julio-septiembre de 2021. Revista "Caribeña de Ciencias Sociales". Entre sus temas de interés están la educación en valores, pedagogía y didáctica de la historia, debate y cultura del debate.
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