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Faire l'histoire
Francisco Alberto Pérez Piñón; Guillermo Hernández Orozco; Jesús Adolfo Trujillo Holguín
Francisco Alberto Pérez Piñón; Guillermo Hernández Orozco; Jesús Adolfo Trujillo Holguín
Faire l'histoire
Make history
Debates por la Historia, vol. 6, núm. 1, pp. 169-192, 2018
Universidad Autónoma de Chihuahua
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Resumen: Se pretende en las páginas del presente escrito hacer un recorrido de manera didáctica por algunos paradigmas que han dado sustento a las distintas formas de hacer narrativas historiográficas, de dar sustento a la manera en cómo los investigadores de esta área realizan la generación de conocimiento para consumo, distribución y reproducción de los acontecimientos del desarrollo humano en el transcurso del tiempo y los espacios en los que ocurren; se incursiona en el paradigma de Leopold von Ranke, conocido como el Historicismo, en la Escuela de Francesa de los Annales de Lucien Febvre y Marc Bloch -como sus iniciadores- y continúa con la línea desarrollada hasta nuestros días, siempre con la firme idea de que la historia se hace como lo enuncia el título, que se recupera del francés y que hace alusión a una obra de connotados historiadores de esta escuela. Se mencionan elementos del materialismo histórico que están presentes y que fueron acogidos por la línea de investigación de la historiografía francesa; se rescatan planteamientos modernos y posmodernos de lo que es la historia, así como su rumbo hoy en día y se trata de aclarar que tenemos un objeto de trabajo eminentemente subjetivo para quienes nos dedicamos a la investigación histórica. Finalmente, se enuncia que el escrito pretende motivar a estudiantes y profesores interesados en la profundización en esta área investigativa.

Palabras clave:Paradigmas historiográficosParadigmas historiográficos,hacer la historiahacer la historia,subjetividades y objetividadessubjetividades y objetividades,Make historyMake history.

Abstract: This paper attempts to undertake a didactic journey through some of the major paradigms of Historiographic narratology that researchers have adhered to when presenting their findings on Human Development Events, within their time and space constraints, for their exploitation, distribution and propagation. It first considers the Historicist Paradigm by Leopold von Ranke before turning to The French Annales School founded by Lucien Febvre and Marc Bloch and continued afterward by prominent historians from the French school and their present-day lines of research. It then explains in what manner Historical materialism is a methodological approach that has been highly influential in setting the agenda for French historiography. The paper closes by describing modern and postmodern methodological approaches to historiographic research and by reflecting on how the object of study of this line of research is essentially subjective. The ultimate aim of this paper is to motivate students and professors interested in growing in this research area.

Keywords: Historiographical paradigms, make history, subjectivities and objectivities.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

Faire l'histoire

Make history

Francisco Alberto Pérez Piñón*
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Guillermo Hernández Orozco**
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Jesús Adolfo Trujillo Holguín***
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Debates por la Historia, vol. 6, núm. 1, pp. 169-192, 2018
Universidad Autónoma de Chihuahua

Recepción: 20 Mayo 2018

Aprobación: 28 Septiembre 2018

Publicación: 31 Octubre 2018

Introducción

La pregunta que origina el escrito llegó precisamente cuando escuché a investigadores de otras áreas decir que hacer historia es solo acercarse a los documentos y traducciones, incluso otros que llegaron a preguntar ¿entonces, son Rankeanos tus profesores? Por ende, considerando la falta de especificaciones relacionadas con las construcciones y problematizaciones en la historia.

Fue con ello que surgió el interés por aclarar, ya que cuando consideran los colegas investigadores que eres Rankeano, se están refiriendo a un paradigma historiográfico en el cual la transcripción de las fuentes es la reconstrucción de los hechos, en donde no caben las valoraciones y el resultado de las interpretaciones subjetivas queda fuera, precisamente para no cambiar el rumbo de la historia. Desde esta postura la verdadera historia es aquella que reconstruye los acontecimientos tal y como ocurrieron en el pasado, porque no hay que olvidar que el inicio de la historia científica ocurrió en una época dominada por el espíritu comteano, que aseguraba que sólo era digno de crédito cognitivo aquello que se podría comprobar y reproducir. De allí la necesidad de sustentar con los documentos o vestigios la objetividad en la historia.

Hablamos de las ciencias naturales en oposición de las ciencias humanísticas o del espíritu como las escindió Wilhelm Dilthey en un afán por desprenderse de los discursos hegemónicos de lo que era científico, de conformidad con las reglas del positivismo, y que por supuesto no era el esquema al que respondían estas últimas. Pero no abundaremos más en esta disputa que lleva varios siglos y que por fin -con algunas raspaduras intelectuales- son reconocidas como ciencias sociales, la ciencia de los hombres y las mujeres en el tiempo y contexto.

Esto ha sido el parteaguas para decidir, después de meses de estar pensando con qué artículo exhibirnos en este primer número de la revista electrónica Debates por la Historia, hacer algunas breves demarcaciones de los múltiples significados de la historia, de cómo se ha venido conociendo y cómo trabajar desde distintos enfoques; todo a la luz e intentos para recuperar e interpretar los distintos momentos y cortes del desarrollo de la ciencia histórica y con la firme intención de dar a conocer -siendo y no siendo Rankeano- los distintos paradigmas historiográficos.

No es desconocido que la invención de la escritura marca la división entre lo que arbitrariamente se ha considerado prehistoria de la historia y esta última se inicia precisamente con dicho aparición simbólica. Mencionamos que ha sido una división arbitraria porque no se puede pensar en estos tiempos posmodernos que lo anterior a las formas simbólicas no sea historia, porque habrá que entender que esta disciplina abarca las interacciones entre hombres y mujeres que dan sentido a la existencia por medio de la producción de sus satisfactores básicos y sus formas suntuosas de producción y reproducción cultural. Sin embargo, es por medio de la escritura que los pueblos y sus poblaciones estructuran sus formas y maneras de dar a conocer su existencia, pero tampoco históricamente debemos desconocer que el control de los escritos y de la lectura por parte de la Iglesia constituyó un monopolio.

Filippo di Strata, un monje dominico que se opuso a la intromisión del invento de Gutenberg, en realidad se estaba oponiendo a la difusión escrita de las obras de los comunes, ya que el predominio en el siglo XV era de la religión. La lectura y traducción de los documentos considerados sagrados solo era facultad de personas autorizadas por la alta jerarquía eclesiástica y la actividad se realizaba a mano, con la pluma, de tal suerte que la ?pluma es una virgen y la imprenta la puta? ( Solana, 2012). Tal vez suene fuerte la segunda palabra, pero por aquellos tiempos era tal el enojo y la pérdida del control sobre los libros escritos que a partir de este invento cualquiera podría escribir ahora sus manifestaciones impías y por supuesto poner en peligro y quebrantar la moral de los pocos lectores de esos tiempos; hoy nos preguntamos ¿qué sería de la sociedad informada si no existiera este invento?

Algo similar ocurre entre los historiadores, entre los que buscan la objetividad de un acontecimiento como la verdad única y quienes buscan verdades a partir del mismo acontecimiento. La verdad se vuelve relativa y asequible a la postura que asuma el individuo, dependiendo del lugar que ocupe en la estructura económica, política y social; esto es la oposición que se está presentando entre la historia que se sigue sumando a esa definición de la narración de los hechos del pasado y se queda anclada en los acontecimientos como hechos puros y se regodean de los descubrimientos.

Es claro que lo mencionado anteriormente debe hacerse, pero no debemos escapar a las interpretaciones del presente. Los historiadores nos estamos quedando en el pasado muy necesario pero muy lejano que además se queda fuera de conexión con el presente. Es ahí que la asunción de una historia que aborde el presente, que se preocupe por las relaciones de producción de bienes materiales e intelectuales de la cotidianidad, que no se pierda el sentido de lo humano, ni la oportunidad de incidir en el tiempo presente.

Pensar históricamente como actividad discursiva, que se construye y reconstruye en estructura interpretativa de los acontecimientos que ocurrieron y ocurren ante nosotros en la cotidianidad, abundar en que la realidad no es una creación ex nihilo, sino que todo tiene una ontología que se transforma por los procesos dialécticos de lo que ahora son y de lo que serán en el futuro; de tal suerte que la historia que aborda el tiempo presente es aquella que no teme aventurar juicios en bien de la sociedad y por lo tanto la configuración de la sociedad en la que aspiramos vivir es resultado de las tendencias que se estructuran siempre en bien de la sociedad, tratando de crear un mundo más humano, más justo e igualitario en las distintas manifestaciones de la vida social.

Como corolario, la historia tiene que abordar los acontecimientos del pasado y traer el sentido asignado por los antiguos con el presente, que sean la base para la interpretación de las posibles innovaciones aquí y ahora.

La historia debe abocarse a la interpretación de los acontecimientos del pasado y del presente, hacia la configuración del futuro hominal. Esta ciencia no es simplemente la materia o curso que se aborda de forma curricular en los distintos niveles educativos que suenan vacíos y memorísticos, sino que la historia tiene que ser y jugar el papel de direccionadora del destino de los hombres y mujeres que poblamos el planeta; es la ciencia social que tiene que aventurar juicios, que debe conformar una visión, siempre pensando en el bienestar social.

Se mencionó en el texto anteriormente el término de tiempos posmodernos y con el fin de no soslayarlo, se expresa que desde esta mirada se aceptan los juicios relativistas en relación a la veracidad, en donde se tiene que ver, al lado de la postura de Mauricio Beuchot, desde la equivocidad, por la razón de que es imposible tener juicios con validez universal. También desde el escepticismo en el sentido de no creer en las aseveraciones sin tener reflexiones agudas y profundas y no negar en estas ciencias de la sociedad las subjetividades que, como juicios de los sujetos, siempre podrán responder con veracidad y equivocidad a unos y a otros individuos. El relativismo, el escepticismo y el subjetivismo son categorías que desde el enfoque posmodernista están presentes de nueva cuenta en el afán de dar un giro que rescate las voliciones, deseos y las aspiraciones del género humano y eso tiene que ver con la construcción de las ciencias sociales con las interacciones entre los humanos.

El título del presente trabajo es la traducción literal del francés al español ?Hacer la historia? y de entrada esto conlleva una dirección ¿la historia se hace o se construye? para estar afín a la epistemología constructivista y aunque el título es el resultado del volumen de historia de Pierre Nora en colaboración con Jacques Le Goff en 1978 y en su última obra de ?Les lieux de me?moire? ( Allier, 2010) -escrita en 1984- nos deja en claro que la historia se hace.

En definitiva, tenemos que mencionar en este espacio de escritura, que efectivamente al tomar la expresión del título, es necesario revisar de forma parsimoniosa que la historia la hacen los hombres y mujeres en un determinado momento histórico, de conformidad con la definición que hace Bloch (2002) pero también tenemos que referirnos de manera clara a que existe otra historia o historias que son contadas por los historiadores.

Se aclara que hay una historia en la que se han producido y se producen los bienes materiales e intelectuales por seres de carne y hueso, con el fin de lograr su sobrevivencia. Existe otra u otras, como señalé anteriormente, contadas por los historiadores. La lógica entonces está en las relaciones de los individuos para la producción de sus satisfactores de vida del pasado, que tienden a ser reconstruidas. Aquí es necesario aclarar que el pasado como entidad física es imposible de reconstruir, así que nos apoyamos de las pistas o huellas dejadas en monumentos, manuscritos o expresiones verbales, para tener una ideas de cómo fue en realidad ese pasado y otra cosa son las ideas o conjeturas que parten de los investigadores del área histórica que nos externan cómo fue ese pasado o cómo es el presente. Todo esto mediado con juicios y voliciones del investigador que nunca podrá separarse de la propia subjetividad y por tanto -y aunque la ética del oficio del historiador debe de estar presente en todo momento o acontecimiento- el resultado de las narrativas en ocasiones no se advierte o no se puede evitar el ?canto de las sirenas? y se tiende a la elaboración de discursos agradables y convincentes a manera de seducción. Un ejemplo de ello es la tendencia de los historiadores de izquierda que ven acontecimientos como huelgas, manifestaciones, encuentros físicos, guerrillas, como el antecedente o causas para que se dé una revolución con tendencias a la igualdad de los seres sociales, cuando en realidad lo que ocurre son ciertas oposiciones y resistencias a estructuras creadas en el trabajo, sociedad, y la cultura ( Giroux, 2004). Aquí cabe mencionar que, aunque las resistencias pueden generar verdaderos cuestionamientos sociales, esto no lo puede ver el historiador porque las formaciones sociales son muy cambiantes, por la razón de que son constituidas por seres que piensan, sienten y actúan; pero si inciden en el desarrollo, con ideas provocativas y perfiladas a la sociedad deseable.

Es conveniente recuperar el pensamiento epistémico de Ricoeur en relación a la doble epistemología de la historia:

La historia surge de una epistemología mixta, de un entrelazamiento de la objetividad y la subjetividad, de la explicación y la comprensión. Dialéctica de lo mismo y de lo otro alejado en el tiempo, confrontación entre el lenguaje contemporáneo y una situación caduca, ?el lenguaje histórico es necesariamente equívoco ( Dosse, 2009, p. 5).

Con esta cita podemos darnos cuenta de que la reconstrucción de los acontecimientos en el tiempo tiene -al ser narrada- que provenir de evidencias, o en otros términos, partir de la objetividad pero a la vez, esta es interpretada por el sujeto que realiza la narración y es cuando se presenta la subjetividad. En este momento dialéctico está presente la temporalidad, porque hay que tener imaginación sin perder objetividad de las distintas formas culturales en tiempos de un pasado remoto o cercano. Esa distancia temporal tiene que ser, por lo tanto, resultado de la o las interpretaciones de quienes se acercan al objeto de estudio. Los lenguajes con los cuales se realizan las narraciones son siempre contemporáneos al momento real narrativo y en ocasiones utilizamos términos para organizar la información social que en ese pasado jamás existió.

El final de la cita de Dosse nos ilustra de la equivocidad del lenguaje con que se narran los acontecimientos históricos y nos atreveríamos a afirmar -a la manera como trabaja Adam Schaft, en relación al criterio de objetividad de la historia- que ante un mismo acontecimiento histórico existen múltiples interpretaciones y entonces las preguntas son: ¿cuál es la válida? o ¿A quién debemos de creerle? En referencia al autor, porque es quien realiza la interpretación o ¿Son todas válidas? Es ahí donde se menciona que la verdad más cercana o la interpretación más acertada es aquella que tiene que ver con la abundancia de la producción del autor sobre ese objeto; esto es sencillo, quién más ha investigado sobre un mismo objeto de estudio, por lógica, es quién más lo conoce y nos arroja interpretaciones no verdaderas, sino más cercanas a la veracidad.

En síntesis de lo tratado anteriormente y con el fin de dejarlo asentado en este trabajo de una manera fina, para que no queden dudas, la historia es una fabricación y dependiendo del lugar de su producción, tiene nexos con la ideología o con narrativas cuya tendencia es crear una cosmovisión en el público hacia el que se dirigen las narrativas. No es lo mismo la producción de los discursos históricos académicos, desinteresados y científicos, que la producción de los discursos históricos tendenciosos de las compañías privadas o gobiernos que pretenden el monopolio de la información y -por supuesto- la manipulación de los acontecimientos históricos; sin dejar de lado que los mismos discursos históricos académicos también tienen sus finalidades. En la mayoría de las ocasiones, aunque desinteresadas, se pretende adormecer el espíritu y la racionalidad de los lectores, para que no piensen en el mejoramiento y menos en el cambio social que puede afectar a las clases sociales dominantes. Por ello, las narrativas históricas inofensivas, que no toman partido o tendencias hacia la igualdad y el mejoramiento de los seres humanos, continúan y se reproducen aún cuando su banalidad es evidente.

Tratando de recuperar la brújula del inicio del trabajo, se mencionó el paradigma Rankeano y este surgió en el siglo XIX. Tenemos que mencionar que se le nombra así precisamente por el gran trabajo desarrollado por el profesor alemán Leopold von Ranke, de profesión filólogo. Él trataba de que la ciencia histórica estuviera a la par de las ciencias naturales, mencionaba la necesidad de que los seres conocieran su historia, su cultura, su terreno, sus personajes o héroes que habían defendido con honor los principios culturales comunes a la población. En esencia se trataba, con este tipo de historia, de lograr la consolidación de los Estados nacionales, de ahí las historias patrias y legendarias aprendidas en las aulas con el fin de determinar el perfil de ciudadano requerido en ese momento histórico.

No se puede dejar de lado que funcionó esta forma de abordaje de los contenidos históricos en la construcción de las ideas que se crearon, para lograr que fueran internalizadas por los moradores en las fronteras o demarcaciones convencionales. En el caso de nuestro país, tenemos fresca la memoria de lo que se trabaja en las aulas de los distintos niveles educativos en cuanto a algunos acontecimientos: Hernán Cortés -el conquistador- lloró en el árbol de la noche triste ante la derrota sufrida por los naturales o Aztecas, así ha pasado a nuestra historia patria; la quema de los pies de Cuauhtémoc, último emperador azteca, quien no quiso revelar la ubicación de los tesoros, gracias a su estoicismo; Hidalgo el padre de la Patria; nuestros Niños Héroes que enfrentaron al ejército regular de Estados Unidos de Norteamérica durante la intervención en nuestro país.

Con esos ejemplos podemos ahora reflexionar y analizar que efectivamente Cortés lloró y habrá que preguntarnos ¿No lloraron las viudas de las víctimas? O por el simple hecho de ser indígenas esos sentimientos no son para ellos: los huérfanos, hermanos, padres. En relación al estoicismo de Cuauhtémoc, no se duda de las grandes ofensas y castigos sufridos pero lo que más se rescata de ese acontecimiento es la hombría de los indios, el no delatar ni traicionar, valores necesarios en la forja de las nacionalidades. Con Hidalgo padre de la patria, hoy podemos cuestionar ¿Por qué sólo se rescatan los acontecimientos heroicos? Dejando de lado, por ejemplo, el juicio que sufrió por parte de la Iglesia al ser excomulgado y posteriormente fusilado en los corrales de lo que ahora es el Palacio de Gobierno de Chihuahua, menos se da a conocer como contenido histórico educativo la manera cómo fue separado el cuerpo de la cabeza del llamado Padre de la Patria en el actual templo de San Francisco. Los días que permaneció estocada en uno de los costados de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato. Los Niños Héroes que ahora en pleno siglo XXI difícilmente son historias que se sostienen y que sólo los investigadores de esta área lo han dado a conocer.

¿Qué sucede?, ¿por qué no se difunden estos conocimientos? La respuesta está precisamente en la esencia del Rankismo, encumbrar los acontecimientos que sirven para la moralización de una nueva sociedad que comparta lazos comunes de cultura y estén prestos a defender ante cualquier afrenta que atente contra su nacionalidad, aún a costa de la vida.

El paradigma que se pregunta: ¿qué pasa cuando no existen las fuentes documentales o los vestigios? Entonces, ¿cómo se pueden reconstruir los acontecimientos? Es el paradigma resultado de la Escuela Francesa, que en realidad fueron un grupo de científicos sociales interesados en los acontecimientos ocurridos y los que estaban ocurriendo, por lo que propusieron incidir en ellos. Organizados en torno a la edición de la revista Annales, desde el año de 1929, se mencionan como los iniciadores de dicho movimiento a Lucien Febre y Marc Boch. Esta escuela -a la que se debe ese gran adelanto en las narraciones históricas- superó las traducciones literales de las fuentes y aplicó las formas subjetivas del pensamiento de los individuos, aceptó que la historia es una ciencia social, una ciencia que se produce no solo para generar conocimiento de las distintas sociedades, sino para decidir el rumbo social, teniendo siempre un pensamiento incluyente y democrático en relación a las formas de vida más igualitarias, de reparto del poder político y económico.

Sin duda estamos ya con este paradigma a gran distancia temporal de la edición del Manifiesto del Partido Comunista -que fue dado a conocer en el año de 1848 por Karl Marx y Friedrich Engels- en el cual se planteaba el programa del partido. Su nombre enuncia esa idea de igualdad y de socialización de los medios de producción, así como el reparto de la riqueza de manera social. Dicho pensamiento no ha sido una idea de moda, sino una idea que sigue presente hasta la actualidad. En pleno siglo XXI está posicionada y congruente con los principios de algunos partidos políticos en su lucha por la igualdad, modernos o posmodernos, si lo queremos mencionar de esa forma.

Esta recapitulación sobre la Escuela Francesa de los Annales es una base materialista social de mucha utilidad para el análisis de la realidad en vivo, de los comportamientos de los ciclos capitalistas, las pauperizaciones de las poblaciones y la separación de los trabajadores de la fase de la producción en su apropiación de la riqueza.

Con estos elementos se puede considerar que el materialismo histórico -o el marxismo- aportará la necesidad de estudiar los movimientos sociales en sus concreciones contextuales, pero a la vez enfatiza la necesidad de tener en cuenta los acontecimientos que los originan. Con ello nos estamos perfilando a la historia como la ciencia que estudia, tanto los movimientos del pasado como del presente, de una forma más simplista. También podemos mencionar a los tiempos como la forma filosófica para internalizar los acontecimientos, estos siempre son pasado y presente o más explícito -y sin tratar de crear enredos o discusiones ociosas- la anterior es ya pasado y la que continúa es presente; por lo que pasado y presente son dos complementos y a la vez son uno solo. Sin embargo, y como parte de la historia -aunque ya se ha mencionado- vale la pena rescatar lo de nuevo porque a veces nos vamos al pasado tan lejano que parece imperceptible. Si son necesarios o no habría que reflexionarlo, pero dejamos de lado el pasado inmediato.

El marxismo aporta a la Escuela Francesa de los Annales la necesidad de estudiar el pasado -sea lejano o reciente- pero sin descuidar el presente. El pasado es necesario, pero siempre en relación al presente. También parece prudente mencionar que Annales es una escuela de corte marxista y que la línea histórica de los investigadores latinoamericanos ha sido marcada por esta teoría o paradigma, expresado con el término que utilizó Thomas Khun.

Por ello, con el fin de seguir mencionando de manera quisquillosa lo que es o puede ser la historia, retomaremos brevemente el desarrollo de este paradigma, que a la vez nos aportará los elementos de cómo arribar a una Historia Critica. Iniciamos con la cita de Ríos (2009):

La publicación en 1949 de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II de Fernand Braudel (1902-1985) marcó un hito en la historiografía mundial. La concreción de un modelo explicativo basado en la interrelación de tres tiempos o duraciones ?larga, mediana y corta? y la importancia dada a las estructuras económicas, sociales y políticas fueron los pilares sobre los que se construyó una historia que se acercaba mucho al ideal de Bloch y Febvre de hacer una historia total (p. 99).

La cita nos ilustra cómo fue cambiando aquella historia narrativa y objetivista a una historia con nuevos y renovados temas, más sentidos y socialmente necesarios. Con atrevimiento se enuncia el esquema o modelo del materialismo histórico -o marxista- en relación a la teleología social a la que se pretendía que arribaran todas las colectividades. Inicia con el comunismo primitivo, en el cual la forma de producción era de manera comunal; explicitada más parsimoniosamente, en la edad primitiva los hombres y mujeres se organizaban para la caza, pesca, recolección y una vez logrado el objetivo, el reparto de lo recabado era distribuido de manera igualitaria o de conformidad con las necesidades a satisfacer.

La etapa posterior es la del esclavismo en la cual las actividades productivas recaían en la fuerza de trabajo del esclavo, quien estaba al servicio de los esclavistas, beneficiarios directos de los excedentes de la producción. El esclavo, por su parte, recibía una mísera parte para asegurar la reproducción y subsistencia de una vida útil para el trabajo.

Posterior al esclavismo, el marxismo nos ilustra que se llega al modo de producción feudal, en el cual continúa siendo una forma de esclavismo, pero ahora estos son hombres libres, con el fin de que se dediquen a actividades productivas y obtengan sus satisfactores para la reproducción de la vida humana. Claro que el señor feudal es el propietario de las tierras, aguas, bosques y fauna, pero tenía que pagar un tributo y podemos decir que era un sistema de producción basado en pagos para tener derecho de transitar, cultivar las tierras, cazar y hasta el derecho de pernada previo al matrimonio, aplicado a los vasallos del señor feudal.

Aunque el feudalismo fue una etapa de estancamiento a causa de las grandes divisiones territoriales establecidas por los señores feudales, las guerras intestinas e intrigas y las diferentes actividades económicas llevaron al surgimiento de una clase de burgueses (la palabra deriva de las personas que vivían en los burgos o ciudades amuralladas con bardas para defensa de los enemigos), quienes capitalizan las necesidades de la división social del trabajo, así que algunos se dedican a la agricultura otros a la ganadería y otros a los distintos y necesarios servicios; lo que genera una nueva clase social: la burguesía o capitalistas.

Así inicia la fase del capitalismo, donde se atiende la producción de mercancías invirtiendo fuerza de trabajo y materias primas para llevarlas al mercado; obtener un plus valor. Este es resultado de la inversión en fuerza de trabajo que se realiza con valoraciones para el logro de la subsistencia y mínimos distractores para que las personas puedan continuar al siguiente día con las jornadas laborales.

Es el capitalismo el modo que atiende a la producción de manera social y a la apropiación de forma individual, generando las diferencias en relación a lo económico o la capacidad de comprar los productos del mercado y a lo político, que protege la manera de producir. Esto ocasiona grandes asimetrías sociales que se focaliza en lo económico como epifenómeno de pobreza para los que carecen de medios de producción, no para los propietarios de éstos (tierras, aguas, bosques, fábricas, tecnología, servicios). Por si fuera poco, se crea toda una superestructura para apuntalar que el modo de producción no cambie, para que se conserve el status quo. La educación, el derecho, la religión, la ética, la filosofía y la política tienen como función la organización y articulación del modo de producción capitalista. La superestructura funciona, analógicamente como el cemento, porque no permite que se disgregue o destruya el modo de producción construido.

El estadío superior del capitalismo -que es el objetivo de su transformación para terminar con las desigualdades- es el modo de producción socialista, en el cual se enuncia de manera teórica que debe haber un reparto más igualitario de la producción de los bienes materiales e intelectuales. Se plantea una sociedad más justa, democrática y políticamente igualitaria en la que los seres humanos no sean parte de las desigualdades de los modos de producción anteriores. Finalmente, el objetivo de todas las sociedades es que lleguen al comunismo, la comunidad de bienes y servicios, estadío al que arribarán todas las sociedades del orbe.

Es esta interpretación teleológica del materialismo histórico la que puso a pensar a los teóricos en las sociedades que tienen oposiciones y contradicciones en su desarrollo. No pudieron determinar que ese sería el punto de llegada de todas las sociedades, lo cual se concibe como la gran falla del materialismo histórico, o al menos de esa interpretación de los sacrosantos estadíos de todas las sociedades.

No escaparon ni Ranke -con su visión de dar a conocer la historia objetiva, única, tal y como ocurrió-, ni Marc Bloch, ni Lucien Febvre de llegar a una historia que fuera la madre de todas las ciencias, ya que el hombre y las mujeres son quienes deciden el ciclo de la producción, la distribución, consumo y la reproducción de sus formas superestructurales, su presente y su futuro. Tampoco lo hizo el marxismo al plantearse como un programa establecido el desarrollo social por los distintos modos de producción, para llegar al ideal de las sociedades igualitarias. Pero tampoco lo logró Fernand Braudel con el ideal de pensar que la historia es una sola, debidamente eslabonada, solo que dividida en acontecimientos de larga, corta y mediana duración.

La visión de Braudel es excelente, sin embrago hablar de la historia cuantitativa no causa temor porque es necesaria. Se requieren estadísticas económicas, de población, de consumos, pero estamos empecinados en que la historia es una ciencia interpretativa y que acepta opuestos o coincidentes juicios valorativos, porque al final es lo que permite tener la mirada de hacia dónde nos dirigimos como sociedad, qué sociedad dibujamos, en cuál sociedad deseamos vivir.

El modelo explicativo y lo cuantitativo -desde el punto de vista que aquí se expresa- se parece mucho a los modelos de corte nomotético, pero preferimos tener un basamento a la manera como el filósofo Paul Ricoeur lo refiere en una de sus tres magníficas obras de tiempo y narración. La mirada explicativa en la historia se desprende de esos modelos científicos positivistas y en nuestras áreas humanísticas se subsume y aprovecha con el fin de tener mejor comprensión, en ampliar y profundizar el objeto a conocer. Significa, en términos sencillos, que la explicación -más que modelo nomotético- permite conocer el fenómeno social que se está investigando. En un modelo explicativo se pierde el acontecimiento único, como tal, en la búsqueda de la regularidad para hablar de acontecimientos en general desde la lógica deductiva, en detrimento de la reflexividad crítica para la narrativa histórica ( Vergara, 2006). Agrega entonces Braudel a la discusión relacionada con las conceptualizaciones de la historia, que esta también utiliza los modelos explicativos en bien de la comprensión, así como la necesidad de que la historia se salga a brincos de ese cerco fronterizo epistémico que tanto daño le ha hecho, al haberla postrado como la simple narración del pasado, descuidando el presente.

Ahora la investigación tiene que perfilarse a los aspectos económicos y hacia la importancia dada a las estructuras sociales y políticas que son resultados de las relaciones e interrelaciones de personas, pues en la búsqueda de su producción siempre están presentes los hombres y las mujeres de carne y hueso. El que la historia migre hacia nuevos objetos de investigación se lo debemos a Braudel quien, aunque no lo preciso del todo por estar aún atado a los modelos generalizadores que eclipsaron el acontecimiento -retomando nuevamente a Ricoeur- abrió la oportunidad que se le había negado a la ciencia histórica de estudiar los acontecimientos de esencia profundamente humana. A partir de esta publicación, las puertas de la historia se abren para que los objetos de estudio se dirijan a las acciones de los humanos, lo que marca ese hito de despegue de la historiografía como momento narrativo del pasado, del presente y de las valoraciones del futuro deseado.

Se inician trabajos a partir de la veta abierta por Braudel, con connotados historiadores como ?Pierre Chaunu sobre el comercio atlántico, Pierre Vilar sobre la Cataluña moderna (?) Robert Fogel y Stanley Engerman sobre el sistema esclavista estadounidense? ( Ríos, 2009, p. 100), lo que a primera impresión nos aleja ya de las historias narrativas recortadas de documentos de primera mano. Ahora se aboca la ciencia al modelo que compondrá sus enfoques teóricos y metodológicos a los enfoques comprensivos e interpretativos propios de las ciencias del hombre o humanísticas. El crecimiento de las fuentes objeto de las evidencias también cambian y ahora son posibles las fuentes orales directas o indirectas, pero -lo más importante- la visión del investigador y su ética.

Con este nuevo enfoque son objetos de atención lugares, mercadeos, cultura, sistemas productivos y en si el abanico se expande, esto debido al apoyo de las otras disciplinas, a la interdisciplinariedad. A partir de ahora ya no es posible pensar en la historia como una ciencia que trabaja en soliloquio, se convierte en un área que apoya y se apoya en otras, con el fin de lograr sus propósitos de generación de conocimientos y difusión de los hallazgos. Es sin duda -de nueva cuenta- un parteaguas en el desarrollo de la disciplina como lo menciona Ríos Saloma. El cambio en la investigación se presenta con la obra de Duby en el año de 1961 ?La historia de las Mentalidades?, en palabras de Juan Manuel Santana Pérez.

La historia contraataca y llega a coronarse como la ciencia que se interesa por la cultura, por los pensamientos, sensaciones y percepciones de los individuos; por las acciones cotidianas, por sus intercambios comunicativo, sus interacciones simbólicas, en sí, por el interés de los individuos que actúan en sociedad. Esto sería el objeto de la historia, el hombre y la mujer con sus preocupaciones situadas en el contexto en que actúan y de manera burda, ¿no es esto lo que debe de preocuparle al ser humano? Sus condiciones de existencia, sus relaciones con los demás, su subsistencia en relación con la naturaleza, la paz, la guerra y -retomando planteamientos marxistas-, ¿no debe de preocuparse por sus formas productivas, distributivas de la generación de riqueza? Por el consumo de la riqueza producida y por la construcción de las superestructuras favorables a la humanidad, sin distingos de mundos e ideologías y ¿no es esto el verdadero objeto de estudio de la historia? La cultura humana o -al menos- desde la dimensión mundo-vida de Latinoamérica aún ambicionamos ese pensamiento hominal.

Me quedo con el objeto de estudio de la historia: la cultura, pero como es un término que fácilmente podría provenir desde planteamientos generalizadores, entonces tenemos que bajar la cultura a culturas y culturas distintas producidas en diferentes contextos.

Entonces, y regresando a la pregunta generadora del presente artículo, ¿son tus profesores Rankeanos? Considero que estamos en posibilidades de contestar, después de este recorrido sobre cómo se hace y cómo se ha venido haciendo la historia, que sí. Debemos tener elementos del paradigma Rankeano porque las fuentes son importantes, esas huellas que nos dan los indicios de cómo fue el pasado. No con fines narrativos exclusivamente para llegar a esa objetividad e historia verdadera, sino ver cómo podemos acercarnos desde el presente a ese pasado muchas veces caduco e imposible de aprehender, pero -en fin- nuestro pasado.

Los saltos dialécticos posteriores a Leopold von Ranke , con la Escuela Francesa de los Annales -en sus distintos momentos, desde la inauguración de la historia problematizadora y posteriormente con los estudios de las mentalidades de Duby-, ocasionan que la historia aborde distintas temáticas que le preocupan al hombre y a la mujer, desprendiéndose de lo que hoy en día se conoce como el giro cultural en la historia continental y el giro lingüístico desarrollado en la tradición Británica.

Sin ser demasiado extensivo y sólo con fines de dejarlo a manera de colofón, la forma que ha adquirido carta de nacionalidad para la recuperación de los estudios de la historia cultural, sin las pretensiones de las historias totales, son las microhistorias. Esas historias que permanecen invisibles y que es necesario narrarlas, interpretarlas y darlas a conocer porque son nuestras historias cercanas, las de nuestro pueblo, iglesia, escuela, campos, calles y -lo más importante- rescatar las personas de carne y hueso con quienes se convive de manera cotidiana. Para ello tenemos los dos ejemplos clásicos: Carlo Ginzburg a la italiana y otro con raíces mexicanas en Luis González y González.

Conclusiones

Hacer la historia como lo indica el título de este trabajo, sigue pareciendo lo más adecuado. La historia se hace por los actores, en distintos momentos que les toca vivir y tenemos también la otra historia, la de los historiadores, que tiene distintas finalidades, que van desde creación de cosmovisiones favorables a determinados sectores sociales -con fines aleccionadores- hasta los fines críticos de las desigualdades económicas, políticas, sociales. Se hacen historias lúdicas a manera de epopeyas dignas de recordar; historias empáticas que nos permiten ser parte del momento histórico o de los personajes; historia científica que se hace con el fin de tener en mente el pasado que nos ha configurado de manera identitaria.

Ser o no ser Rankeano es importante en el sentido de cómo nos acercaremos a las fuentes y a la manera o pretensión de hacer las narrativas; en ocasiones apegados a las fuentes, pero en otras es necesario la problematización a la manera en cómo la Escuela de los Annales resolvió esta encrucijada epistemológica.

En definitiva, la influencia en el siglo XIX con el positivismo Comteano desencadenó un movimiento disciplinario que permitió el desarrollo del conocimiento científico de las ciencias duras y posteriormente el desprendimiento o escisión de otras ciencias como las humanísticas, que respondieron a otros métodos diferentes al positivismo.

Los paradigmas de la investigación histórica consideramos que deben conocerse por los interesados en esta área, ante la necesidad de estar a la altura de los distintos debates que se susciten en los medios académicos como simposios, paneles, seminarios, etc.

¿Es la historia una fabricación? Por qué no decirlo o por qué temerle, la historia lo es como lo afirma Michell de Certeau, una fabricación, pero no debemos de perder de vista que esta ciencia es de humanos y para humanos.

La historia es una ciencia subjetiva, es decir, que depende de los juicios que los sujetos elaboran sobre el pasado en el presente, ¿por qué no decirlo de esa forma? ¿A que se teme? Acaso al fantasma del positivismo comteano. En un siglo donde las verdades absolutas son ya caducas y donde los mitos de la objetividad para las comprobaciones y las verificaciones ya están en desuso, ¿no sería necesario -y esto lo dejo como pregunta reflexiva para quienes tengan la paciencia de leer el presente artículo-, urgente ya, perseguir el fantasma de Jean Francois Lyotard al menos en el área de la investigación histórica?

Material suplementario
Referencias
Allier E. (2010). ?Historias nacionales, historia de la Memoria.? Andamios. 7(13), mayo-agosto, pp. 345-348.
Solana, M. (2012). El Trujamán. Revista diaria de traducción Recuperado de: https://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/septiembre_02/25092002.htm
Bloch, M. (2002). Introducción a la Historia. [Traducción de Pablo González Casanova y Max Aub]. México: Fondo de Cultura Económica.
Dosse F. (2009). Paul Ricoeur y Michel de Certeau. La historia: entre el decir y el hacer. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Giroux, H. (2004). Teoría y resistencia en educación. México: Siglo XXI Editores.
Ríos Saloma, M. (2009). ?De la historia de las mentalidades a la historia cultural. Notas sobre el desarrollo de la historiografía en la segunda mitad del siglo XX.? Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, (37), 97-137.
Vergara L. (2006). El giro historiográfico colección. Paul Ricoeur para historiadores. México: Universidad Iberoamericana / Plaza y Valdez Editores
Notas
Notas de autor
* Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Es doctor en Ciencias Pedagógicas (Cuba). Entre sus publicaciones recientes están: ?Apuntes para una historia posmodernista? en Espacio abierto vol. 25, n.4 (2016); capítulo de libro ?La hacienda de coyotillos, un acercamiento a los contenidos educativos?, en Acercamientos a la historia de la educación, diálogos actores y fuentes en la construcción del conocimiento histórico (2017). Desarrolla la línea de investigación Historia e Historiografía de la Educación. Cuenta con reconocimientos Prodep y del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1. Es miembro de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y de la Red de Investigadores Educativos Chihuahua.
** Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Es doctor en Ciencias Pedagógicas por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José E. Varona (Cuba). Entre sus publicaciones recientes están: ?José Joaquín Calvo López, fundador del Instituto Científico y Literario, hoy Universidad Autónoma de Chihuahua? en IE Revista de Investigación Educativa, Vol. 8, No. 14 (2017); Debates por la historia (Cinco tomos). Reconocimiento Eduardo Flores Kastanis a la Investigación Educativa 2018; Perfil Prodep y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1. Su tema de interés es la historia e historiografía de la educación.
*** Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Es doctor en educación por la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Entre sus publicaciones recientes están: Debate legislativo y educación. El artículo tercero a cien años de la Constitución Política de 1917 (coord.) (2018). Cuenta con reconocimiento al perfil Prodep y del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1. Es socio del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación y de la Red de Investigadores Educativos Chihuahua. Sus temas de interés son la historia e historiografía de la educación y formación de maestros.
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