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Breviario de historia, estructuralismo, posestructuralismo, posmodernismo, epistemología y construcción narrativa
Debates por la Historia, vol. 12, núm. 1, pp. 7-15, 2024
Universidad Autónoma de Chihuahua

Siguiendo los parámetros que recomiendan que el editorial de una publicación científica debe ser conciso y claro, nos aventuramos en este propósito en la revista Debates por la historia. Por el lugar destacado que ocupa este espacio, se pueden expresar ideas de acuerdo o desacuerdo sobre alguna temática, con el fin de polemizar y proponer nuevas formas de tratamiento en las investigaciones venideras y, en este caso, con las de corte historiográfico. Este campo de conocimiento es un terreno movedizo en el que los consensos generalizados no existen y aún prevalecen diferentes concepciones para el abordaje de los acontecimientos del pasado, del presente y para la declaración de juicios del futuro deseable hominalmente. Todo acontecimiento natural o social tiene historia y es posible investigarlo desde esta perspectiva, siendo el caso para la educación, las artes, las humanidades y las ciencias naturales. Lejanos estamos ya del siglo XIX, cuando relegaron a la historia como disciplina encargada de los acontecimientos del pasado, la asumieron desconectada del presente y ni que decir de su poder para estructurar los futuros; y nos referimos a este último término en plural porque no hay un futuro, sino futuros distintos dependiendo del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, sus tecnologías, culturas, modos de producción material e intelectual, y visiones de la sociedad a la que se busca arribar. Por lo tanto, nos ceñimos al rescate y a la construcción de la realidad histórica-social por el individuo, quien es su artífice y constructor, y aquí nos puede quedar una cita ad hoc en contra del estructuralismo o universalismo historicista (para el caso de nuestra disciplina), que se focalizaba en que la sociedad era una sola y seguía un desarrollo similar en distintas partes del mundo:

cada sujeto sin apoyo alguno de normas universales ha de construir su propio modo de autodominio, ha de armonizar el antagonismo de poderes en su interior, inventarse por así decirlo, producirse como sujeto, encontrar su propio y particular arte de vivir. Esta es la razón por la que Foucault estuviera tan fascinado por estilos de vida marginales que construyen su particular modo de subjetividad (el universo sadomasoquista, homosexual, por ejemplo…) (Zizek, 2022, p. 24).

La cita anterior ilustra el cambio que se fue gestando, donde los individuos eran parte de la sociedad y debían asumir las normas y los valores establecidos previamente, como se pretendía en el funcionalismo Durkheimiano y desde la postura del estructural funcionalismo de Talcoltt Parsons (Cadenas, 2016). La educación tenía como tarea hacer que los individuos fueran funcionales (funcionaran) en la sociedad que les tocó vivir, siendo esa educación parte de las estructuras que la apuntalaban. En síntesis, podemos afirmar que la sociedad estaba definida por estructuras y era poco lo que el individuo como tal podía hacer para trascenderla; la estructura se oponía al individuo y este solo debía asumirla; se nacía en la sociedad estructurada y solo se debían seguir los patrones culturales; es decir, la idea del estructuralismo que estuvo presente en los análisis sociales, donde el todo estaba constituido por partes y estas estaban íntimamente relacionadas para el funcionamiento de la totalidad. De manera parsimoniosa -y abundando en ello- la ideología planteada por Louis Althusser era el elemento que permitía la unión y la sinergia, el cemento que hacía que la sociedad no se disgregara o se derrumbara, por ello era necesario su análisis, desenmascaramiento y crítica. Se le ubica como posestructuralista porque cubre las finalidades de denuncia y trascendencia en los aparatos ideológicos del Estado (capitalista por supuesto). Con Karl Marx la estructura económica de la sociedad constituía el círculo social de la producción, distribución, consumo y reproducción de las condiciones materiales e intelectuales en la sociedad.

El siglo XIX se trató de una época en que la sociedad fue analizada a partir de enfoques de totalidad, en los cuales no escapó el marxismo, con el planteamiento de la aparición y desarrollo de los distintos modos de producción, para explicar los cambios dialécticos del progreso de la sociedad. Actualmente ya no se sabe si son las palabras expresas por Karl Marx o las de sus intérpretes, pero en este editorial nos atrevemos a parafrasear la idea de que toda sociedad avanza dependiendo del grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y de la construcción de una superestructura afín al modo de producción, la cual delimita y apuntala el modo de producción, dependiendo de las contradicciones y oposiciones que se generen.

El modo de producción va surgiendo en el desarrollo histórico de toda sociedad, pasando por el esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y –finalmente- comunismo científico; pero lo más importante, en relación a las interpretaciones estructuralistas, es que todas las sociedades pasarían por esos modos de producción, sin que hubiera alguna escapatoria. Cada sociedad tenía marcada su teleología, pero digo –a título personal y asumiendo la responsabilidad de estas interpretaciones- que finalmente esto no ocurrió y fue la causa de que se fuera a la tumba la teoría marxista.

No hay duda de la gran aportación teórica del marxismo, pero las realidades no se ajustan a los enfoques teóricos, sino que estos deben ajustarse a las realidades. A los lectores del presente editorial les dejamos la tarea de ubicar a Marx como estructuralista, por su análisis de la estructura y la superestructura social, o como posestructuralista, precisamente por su crítica y lucha en contra de la estructura del modo de producción capitalista.

El posestructuralismo cobra importancia hacia la segunda mitad del siglo XX (años 60 y 70), resaltando figuras que cuestionaron el estructuralismo, como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida, Michel Foucault, Friedrich Nietzsche, entre otros. Nos valemos de la cita de Zizek en la cual menciona el cuestionamiento estructural subyacente en el subconsciente -a través de Foucault- quien intenta forjarse a sí mismo, considerarse mundano, inventarse y construir su personalidad; encontrarse a sí mismo fuera de ataduras, vivir la vida aún en contra de los cánones establecidos socialmente, un verdadero desafío y -por qué no mencionarlo- con una personalidad gay en una época que aún no era aceptada.

Para cerrar con este tema, sólo queda mencionar que el estructuralismo era la idea de crear bases firmes, a la manera como lo plantearon Parsons y Durkheim, para que se instalaran culturalmente en el inconsciente del individuo, así como la concepción de que la cultura y la sociedad son construcciones universales igualitarias para todos. Con ello se difuminaban las acciones y sensaciones individuales y la realidad era susceptible de explicaciones distintas, en contra de las interpretaciones que pretenden lo unitario del conocimiento. Así era el caso para la historia universal, que se concebía como única, sin considerar las particularidades contextuales ni las temporalidades sociales.

Por nuestra parte, creemos que el término posestructuralismo puede caracterizar bastante bien un movimiento intelectual heterogéneo, pero discernible en sus líneas mayores. Textos tan distintos como los que, desde fines de la década de 1960, pueblan las obras de Derrida, Foucault, Deleuze o Kristeva, pueden —y entendemos que deben— ser ubicados bajo esa rúbrica (Tonkonoff, 2021, pp. 34-35).

Con la cita anterior se sustenta que el posestructuralismo fue un movimiento heterogéneo y adicionamos que su aparición permitió salir de interpretaciones unívocas, pues pugnó por posicionamientos distintos e incluso antagónicos acerca de la realidad histórico-social. Eso sería el insumo, en el caso de la historia, para salir exclusivamente de las narraciones del pasado y abocarse también al presente y al futuro; así como para considerar a las interpretaciones –con todo y la subjetividad de los investigadores- como la parte racional, en contraposición a las simples descripciones que surgen de las fuentes.

Ahora pasemos a describir -de manera muy sucinta- al posmodernismo, término que en ocasiones se entrelaza con el posestructuralismo, precisamente porque pertenece a esta época de cambios en las concepciones sobre la realidad histórico-social y las distintas formas de construirla. Para ello nos apoyamos en la conceptualización de Martín (2022):

El posestructuralismo se ha vinculado a menudo con el posmodernismo, si bien este último está más ligado al ámbito literario y artístico. Ambos se han emparentado con el llamado giro lingüístico o la crisis de la representación y con la caída de los grandes relatos o metanarrativas, así como, de manera más general, con perspectivas pospositivistas. Asimismo, el posestructuralismo aparece conectado muchas veces a la Deconstrucción. Todas estas denominaciones se solapan y convergen en lo que se percibe como un nuevo paradigma epistemológico que ha influido en numerosas disciplinas (párr. 2).

Desde la disciplina de la historia es más común el concepto de posmodernismo, que marca una nueva fase en las interpretaciones de los acontecimientos y da cabida a concebir que, a partir de un mismo acontecimiento, tengamos capas y capas de interpretaciones. Según el criterio de verdad, esta construcción no es única, pues en el relato está presente la imaginación y la comprensión de quien investiga los acontecimientos. No es posible dejar de lado que el sujeto se sienta atraído y motivado en las narraciones que realiza, pues estas son obra de los seres humanos.

Los comentarios anteriores evocan al giro lingüístico como un gran movimiento que efectivamente entrelaza la historia con la literatura y la imaginación. Su más notable representante es Hayden White, quien lleva la disciplina más allá de la epistemología. Por tanto, es momento de preguntarnos si efectivamente la historia se convierte en literatura, considerando que esta última está más cargada a la imaginación y que puede referirse a lugares y personas; mientras que la historia es el intento por dar a conocer los acontecimientos realistas, pero sin dejar de lado la imaginación y las motivaciones de los historiadores.

Con el giro lingüístico no es que se pierda el peso asignado a las fuentes (que constituye lo epistémico) en las narrativas históricas, pero es tiempo ya de dejar de lado las ilusiones y mencionar que en un texto histórico producto de la investigación se trata precisamente de interpretaciones y que estas -aún con el cuidado epistémico riguroso- no escapan a las emociones cautivadoras del sujeto investigador, que también es sujeto histórico.

De acuerdo con González (2014), los grandes metarrelatos fueron considerados como verdades universales o como grandes ideologías. Con el iluminismo del siglo XVIII se pensaba que alumbraría –a través del cientificismo y humanismo- a todas las sociedades, sin distingo de la cuna de donde provinieran los seres humanos, con la fórmula ideal de la división trinitaria de poderes para el logro de sociedades democráticas. El cristianismo, por su parte, se proclamaba como la religión que sería la salvación de la humanidad. El socialismo aparece como sistema que se difundiría y llegaría a todas las sociedades hasta convertirlas en igualitarias. La racionalidad se proclamó para el logro de la paz perpetua, como lo ideara Emanuel Kant. Todos estos metarrelatos no se convirtieron en realidad y, por el contrario, se presentó la irracionalidad de dos grandes conflagraciones mundiales, el arribo de regímenes autoritarios, entre otros fenómenos que llevaron a la desilusión. Luego se estructuraron interpretaciones y miradas diferentes con el posmodernismo, que puso en evidencia la interpretación unitaria del mundo y de la ciencia como verdades únicas.

No es desconocido que vivimos temporalidades pospositivistas, como se asienta en el párrafo anterior, en donde las ciencias humanas han ganado terreno y han sido puestas a la par de las ciencias naturales. La historia, como ciencia humanística, obtuvo gran impulso y desarrollo, gracias a los movimientos culturales del posestructuralismo y del posmodernismo. Estos desembocaron en nuevos paradigmas que dieron pie a la aceptación de argumentos de los microrrelatos y la racionalidad interpretativa de los sujetos que se dedican a la investigación en esta área.

La historia científica, aquella a la que aspiraba Leopold von Ranke, obtuvo ese calificativo en el siglo XIX. En ese momento se abocaba a la narración del pasado, a su reconstrucción y representación a través de fuentes, vestigios y narraciones directas. El historiador de aquellos tiempos debía abstenerse de emitir juicios o interpretaciones para que no se afectara el rumbo de la historia. Desde nuestra temporalidad actual es difícil juzgar, pero podemos decir que la historia se construyó sin el juicio del sujeto que abordaba la investigación, con meras descripciones del pasado o como apareció durante tanto tiempo en las definiciones tipo diccionario, una historia abocada a la narración de los hechos del pasado.

Actualmente, en estos primeros años de la tercera década del siglo XXI, han surgido nuevos enfoques desde la teoría de la historia y no es posible cerrar el presente editorial sin hacer alusión a ellos. Nos abocamos específicamente a un texto en inglés, de la autora Imaz-Sheinbaum (2024), traducido como “Narrativas históricas. Construible, evaluable, inevitable”. A continuación, referimos brevemente quien es la autora y que aporta con su trabajo.

Tuve la fortuna de escuchar la exposición de la Dra. Mariana Imaz Sheinbaum en una sesión del Seminario Internacional de Teoría de la Historia, que dirigen el Dr. Fernando Betancourt, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y el Dr. Daniel Ovalle Pastén, de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile. Mariana es investigadora posdoctoral del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y obtuvo su doctorado en filosofía en Universidad de California en Santa Cruz, EUA, en el año 2021. Sus intereses son el campo de la filosofía de la historia y las ciencias sociales, focalizando la base epistémica de las narrativas y el mejoramiento de la comprensión del mundo.

La autora sostiene que en las narrativas históricas es necesario poner en el mismo plano lo epistemológico, narrativo, ético, estético, y político; apoyándose en los argumentos de grandes teóricos como Frank Ankersmit, Hayden White, Burckhardt, Huizinga, Vico y Marx, por citar algunos. Se pregunta el por qué ante un acontecimiento tenemos tantas interpretaciones si se tienen las mismas fuentes, ¿no se debería tener un resultado narrativo único? Entonces entran en juego aspectos como la forma de organizar las fuentes de que dispone el investigador y entra en acción la psicología con el enfoque de la Gestalt, que nos auxilia a ver la realidad de forma total y cada sujeto la percibe de forma distinta.

La autora propone que habitar en este mundo significa estar permeado por los constructos cognitivos e históricos, mismos que no pueden evitarse y se presentarán en las narrativas históricas que resulten de las investigaciones. Podemos decir que el trabajo de la Dra. Imaz llega a tiempo para dar mayor auge a la historia como la gran disciplina narrativa en continua construcción, rescatando lo hermenéutico, que le asigna un gran plus valor como ciencia humanística.

Finalmente, y como es ya la fuerza de la costumbre, invitamos a los lectores de la revista científica Debates por la Historia a la lectura de los artículos que en este número se publican, así como a su crítica y recomendaciones, que en mucho ayudan para mejorar en los próximos números. Igualmente les solicitamos que postulen sus investigaciones en forma de artículos, para que sean difundidos en esta prestigiada revista.

Referencias

Cadenas, H. (2016). La función del funcionalismo: una exploración conceptual. Sociologias, 18(41), 196-214. https://www.redalyc.org/pdf/868/86845316008.pdf

González Flores, J. R. (2014). Posmodernidad: el gran relato unificador o la amnesia solidaria. Sincronía, (66), 195-221. https://www.redalyc.org/pdf/5138/513851572015.pdf

Imaz-Sheinbaum, M. (2024). Historical Narratives: Constructable, Evaluable, Inevitable. Routledge. https://www.routledge.com/Historical-Narratives-Constructable-Evaluable-Inevitable/Imaz-Sheinbaum/p/book/9781032480534

Martín Ruano, M. R. (2022). Posestructuralismo [@ENTI / Enciclopedia de traducción e interpretación]. AIETI. https://www.aieti.eu/enti/poststructuralism_SPA/

Tonkonoff, S. (2021). Teoría más allá de la theoría. El movimiento posestructuralista. Enfoques, 33(2), 33-58. https://doi.org/10.56487/enfoques.v33i2.1013

Zizek, S. (2022). El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI editores.

Notas de autor

* Director editorial


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